viernes, 6 de noviembre de 2015

AMISTAD

Del libro de Scott Hann " La Evangelización de los Católicos"



Según los antiguos griegos, un amigo no es únicamente alguien con el que nos lo pasamos bien viendo un partido o tomando una copa. Ellos pensaban en el amigo como en un hermano, alguien con quien se establecía una relación de parentesco mediante el afecto, en vez de la sangre. También hablaban del amigo como de «otro yo», alguien a quien uno estaba tan unido que sus alegrías y tristezas se convertían en alegrías y tristezas propias.
Los antiguos israelitas tenían una visión parecida. «Un amigo fiel es protección poderosa», nos dice el libro del Eclesiástico. «Quien lo encuentra halla un tesoro» (Si 6, 14).
Como cristianos, esa concepción de la amistad debería modelar la nuestra. En una época en la que utilizamos el término «amigo» para referirnos a cientos de desconocidos de Facebook –con muchos de los cuales no hemos estado nunca–, es fácil tratar la amistad de manera superficial y no tomarnos en serio la bendición que supone y las obligaciones que conlleva. Pero la amistad, cuando se valora y se cuida como corresponde, puede ser tan importante como la familia. Y, cuando de la evangelización se trata, la amistad puede ser un campo casi tan fundamental como la familia.
En muchos casos, los métodos que utilizamos para dar testimonio de la fe en nuestros hogares son válidos para dar ese testimonio entre nuestros amigos. Sean católicos o ateos, piadosos o tibios, el modo en que les escuchamos, les hablamos, les animamos, les apoyamos, les ayudamos y cumplimos con ellos les dice algo sobre nuestra fe.
Si somos buenos amigos –leales y sinceros–, estamos dando un testimonio positivo. Si no somos buenos amigos –si somos egoístas y estamos metidos en nosotros mismos–, entonces nuestro testimonio es mucho menos fecundo. «El hombre pecador perturba a los amigos y siembra enemistad entre los que están en paz» (Si 28, 9).
La amistad, como la familia, es otra forma de vida compartida. Y llevar a cabo la tarea a que estamos llamados en este campo concreto –ayudar a aquellos que buscan y se hacen preguntas– es compartir nuestra vida en Cristo con nuestros amigos.
Esto supone invitar a nuestros amigos a que participen de nuestra vida familiar: cumpleaños, películas, celebración de festividades y el rosario vespertino. También supone compartir con ellos las bendiciones y gracias que nos ha traído nuestra fe: nuestra alegría, nuestra sabiduría, nuestra paz.
Puede suponer advertir a nuestros amigos de que van por el mal camino –haciéndoles ver que deben responder de sus actos cuando se comportan mal en su trabajo o en sus relaciones personales– y permitir que nos adviertan a nosotros, respondiendo de nuestros actos cuando nos comportamos mal. Puede suponer ofrecer ayuda para llegar a fin de mes a un amigo que ha perdido su trabajo de manera inesperada, o aceptar esa misma ayuda cuando eso nos sucede a nosotros. Y supone, sobre todo, hablar de Cristo con ellos: contarles lo que significa en nuestra vida o lo que de él hemos aprendido en las Escrituras, invitándoles quizá a que vengan a misa con nosotros o a una sesión de estudio de la Biblia, intercambiando libros y contestando a las preguntas que surjan.
Junto a todo eso, supone rezar por ellos, preguntándoles qué necesidades quieren que encomendemos a Nuestro Señor en la oración y cumpliendo después nuestra promesa de hacerlo. Si lo vemos oportuno, podemos incluso invitarles a que recen con nosotros en ese mismo momento. Un «Vamos a rezar una oración cortita por eso ahora mismo», en el momento preciso, suscita, a menudo, reacciones sorprendentes: lágrimas, alegría, paz y agradecimiento. No siempre se puede hacer esa sugerencia –con ciertas personas, en determinados momentos y lugares, no será apropiado–, pero podemos y debemos hacerla con más frecuencia de la que lo hacemos.
La amistad proporciona un lugar seguro a muchas personas que están indagando sobre las consecuencias de creer y de llevar una vida de fe. Podemos ofrecer esa seguridad, apoyo y ánimo, sin olvidar que, independientemente de lo que nosotros hagamos, el camino de la increencia a la fe puede ser muy largo. En Forming Intentional Disciples, Sherry Weddell desarrolla un excelente trabajo de documentación sobre los pasos que la mayoría de los adultos siguen cuando están en el camino hacia la fe. Es un camino que comienza con la confianza –en una persona, una institución, un libro–, continúa con la curiosidad sobre Cristo y su Iglesia y se manifiesta después en una apertura a creer. Siguen entonces una profunda hambre y búsqueda de una relación personal con Cristo y un afán de conocer su Iglesia que culmina, finalmente, en un compromiso de discípulo.
Esas son las fases de la mayoría de esos procesos, pero qué tiempo tarde cada uno en recorrer el camino y pasar de una fase a otra es algo muy personal. Como amigos, debemos respetar esos tiempos. No podemos acelerar ni forzar el itinerario de nadie. Pero sí podemos caminar con ellos y ofrecerles el consejo, ayuda y oraciones que necesiten en el camino.
En último extremo, lo importante es recordar que evangelizar a los amigos que no comparten nuestra fe no significa aporrearles en la cabeza con una biblia. El cariño y la lealtad son, a menudo, el testimonio más eficaz. Pero no podemos ocultarles nuestra fe. No podemos excluirla de nuestra relación con ellos, lo mismo que no podemos excluirla de la relación con nuestra mujer o nuestros hijos. Nuestra fe forma parte de lo que somos, y, si queremos llevar a nuestros amigos a la fe, o a una fe más profunda, debe estar integrada con las palabras y las obras en nuestra relación con ellos.

domingo, 1 de febrero de 2015

No enseñaré a mis hijos sobre SEXO SEGURO, porque no existe

Adaptación del Blog de Matt Walsh

A veces he cometido el error de decir que nuestra sociedad está “hipersexualizada” o que estamos comenzando a volvernos locos, especialmente cuando oigo historias de escuelas que reparten preservativos a niños de 6to grado.  La verdad, en cambio, es que la mayoría de gente está ATERRORIZADA cuando se trata de sexo.  El solo pensamiento los asusta. La sociedad moderna está albergando la más patética colección de aburridos, cobardes que han caminado nunca sobre la faz de la Tierra.  Le hemos quitado el amor, la pasión, la belleza y poder creativo al acto sexual y lo hemos reemplazado con algo estéril, frívolo, y desinteresado.

En realidad, es medio irónico.

En este tiempo, estamos más preocupados por la calidad de nuestra producción de alimentos, de manera que solamente compramos si tienen palabras como “orgánico” o “natural” en el empaque.  Pero cuando se trata de sexualidad humana, nos tragamos cualquier químico posible para poder lidiar con la carga emocional y las consecuencias físicas de nuestros actos.  Imaginemos a unos estudiantes universitarios (o de últimos años de colegio) que en una noche tienen 6 cervezas y varios cocktails, en el mejor de los casos, entre pecho y espalda para poder copular anónimamente.  Pero necesitan más que “un trago”, también necesitan píldoras y condones y explicaciones para la mañana siguiente que les convenza de que esto fue ‘sólo por diversión’ y ‘no significó nada’.

¿Por qué pensaríamos que estas personas disfrutan del sexo?  El hombre que le hace el amor a su esposa con quien lleva 20 años casado, disfruta del sexo.  Estos chicos solamente disfrutan de “algunas sensaciones físicas”.  Disfrutan de masturbarse acompañados, pero el verdadero sexo es precisamente de lo que están huyendo desesperadamente.

A lo mejor lo más absurdo de todo esto es que a esas sesiones cargadas de alcohol y mariguana, que incluyen capas de látex y dosis de esteroides en una pildorita, es a lo que llamamos SEGURO.  Les decimos a los jóvenes que usen preservativo para protegerse de peligros como la hepatitis y el SIDA.  El mensaje oculto que les damos es que es SEGURO fornicar con un extraño posiblemente enfermo.

El sexo sin nombre, al azar, sin compromiso jamás podrá ser seguro.  No es seguro emocionalmente, y no es seguro espiritualmente, y definitivamente no es seguro físicamente.  En realidad, el sexo, en sí, no es seguro.  Tampoco debería ser físicamente arriesgado como nos lo han vendido en los últimos años gracias a la educación sobre “sexo seguro”.  Lo que SÍ se supone que sea es un acto de gran profundidad y que te marca.  Algo que te deja expuesto ante el otro, se supone que saque a relucir sentimientos misteriosos y desconocidos de deseo y entrega.

Llámenlo como quieran, pero no se le puede llamar “seguro”.

El sexo en sí, no es seguro.  Por otro lado, las relaciones comprometidas, fortalecidas por los votos del matrimonio, y reafirmadas día con día por los esposos, SON seguras, y solamente en ese ámbito es que la vulnerabilidad inherente al sexo puede hacer esas relaciones seguras y confortables.

Es gracioso que en el mundo de las lastimosas relaciones de una noche (one night stand), cuando uno de los dos comete el “crimen” de ser un poco humano y desarrollar algunas muestras de afecto y cercanía, la otra persona le acusa de ser ‘raro’ o de ‘ir demasiado rápido’.  Y cuando las barricadas construidas por los hombres fracasan y una vida humana se forma, ambos pueden decir, con toda tranquilidad, que fue un ‘accidente’.

Esto es como plantar una semilla en la tierra y decir que fue un error que un árbol comenzara a formarse, simplemente porque se pensaba que la tierra no era fértil.  Podrías haberlo pensado, y aun así, la semilla solo estaría haciendo exactamente lo que se supone que hagan las semillas, y quien la plantó, hizo exactamente lo que una persona que quiere sembrar un árbol haría.  A lo mejor fuiste tonto, pero definitivamente no fue un accidente.

Luego, cortas el retoño y lo tiras al fuego, y continúas sembrando semillas.  Cada vez, lloras porque todos esos desgraciados árboles siguen retoñando.  Y cuando alguien viene y te dice que dejes de sembrar árboles hasta que estés listos para lidiar con el bosque, te quejas y le acusas de ser exagerado, cruel y sentencioso simplemente porque te señala las reglas básicas de la botánica.

Claro, esta metáfora no funciona por una razón: todos estamos de acuerdo en que no se deben cortar árboles.  Lo mismo no sucede cuando se trata de seres humanos.

Yo no les enseño a mis hijos sobre el “sexo seguro” porque no les quiero mentir. Tampoco quiero fomentar en ellos lo que a menudo veo en mucha gente: una visión reduccionista y pesimista de la sexualidad humana.

¿Que podemos esperar encontrarnos cuando nos pasamos los primeros 18 años de la vida de nuestros hijos martillando un mensaje tan miserable y patético?  Hoy los jóvenes no escuchan nada positivo acerca del sexo porque todos los aspectos positivos han sido redefinidos como negativos.

POSITIVO: El sexo crea nuevos seres humanos. Esto es un gran bien, pero no es un bien que se deba perseguir hasta estar casado y preparado para cuidar responsablemente de la vida que se forma.

POSITIVO: El sexo es una expresión de amor.  Esta es la principal diferencia entre el sexo humano y el sexo animal.  Es un gran bien, pero como cualquier bien, puede ser pervertido y convertido en un gran mal.

Estas son dos de las características más bellas del sexo, pero hemos decidido “educar” a nuestros hijos y recomendarles que las quiten para comenzar a “explorar” su sexualidad una o dos décadas antes de que estén realmente preparados para comprender su magnífica dimensión.  Así que por los siguientes 10 o 15 años, ellos aprenderán a ver dos de las maravillas más grandes del sexo como las peores cosas que les pueda pasar.  No es sorprendente que esta actitud luego se quede con ellos permanentemente.

La abstinencia antes del matrimonio, en cambio, pinta un panorama más prometedor y afirmativo.  Les dice que “esto es algo tan bueno y tan importante y tan jubiloso que vale la pena dejarlo para cuando seas mayor y hayas encontrado una persona especial con quien compartirlo”.

El modelo de “sexo seguro”, por otro lado, pinta una historia de paranoia y esterilidad.  Les dice “esto es algo tan frívolo y tan vacío de contenido que lo puedes hacer con cualquiera, por cualquier razón, incluso para aliviar el aburrimiento.  Por cierto, tómalo como una actividad recreacional, como jugar futbol o algún juego de mesa.  También te puede traer un corazón roto, clamydia, embarazos no deseados y SIDA. Así que, en este sentido, es solo un poco diferente a un juego de salón.”

Y, de algún modo, esta versión se quiere colar como la “positiva” y “esperanzadora”,   El único consuelo que ofrece es que el sexo puede ser divertido, pero en lugar de enseñar moralidad, responsabilidad y el valor de la espera, ha guiado el comportamiento de nuestros hijos a preocuparse únicamente de no contagiarse de alguna enfermedad o evitar embarazos.

La educación en la abstinencia antes del matrimonio ofrece un mayor consuelo, muestra el lado divertido del sexo, pero también enseña que va acompañado de verdadero amor y poder creativo.  La abstinencia antes del matrimonio tiene mejores formas de lidiar con las cosas malas, te enseña que existe la gonorrea y el herpes y los embarazos no deseados, pero te asegura que no tendrás que vivir preocupado por estas cosas si simplemente esperas al momento correcto.

El “sexo seguro” ofrece gozo vacío y profundos miedos, la abstinencia ofrece profundos gozos y miedos evitables.

Esta es la mejor manera, es el mejor mensaje, simplemente.

Ahora, sé que muchos dirán que tengo que ser más realista.  Los chicos igual van a tener relaciones sexuales, así que ¿no sería mejor que estén preparados?

Esta pregunta, la voy a responder con otras preguntas:

No queremos que nuestros hijos tomen y manejen.  Si aun así lo hicieran, obviamente esperaríamos que al menos se pongan su cinturón de seguridad. Pero me imagino que no le dirías: ‘hijo, sé que vas a tomar y luego vas a manejar.  No deberías, pero bueno, todo el mundo lo hace, así que por favor usa tu cinturón de seguridad”.

¿Por qué no?

Porque esto claramente desarma tu mensaje de SI BEBES NO MANEJES, lleva a la tácita aprobación de la conducta y asume lo peor de tu hijo ANTES de que siquiera le hayamos dado la oportunidad de hacer su propia elección.

Además, ¿cuál es nuestro trabajo como padres?  ¿Será que es dar a nuestros hijos metas bajas, fáciles de cumplir y desafíos mediocres?  ¿O apuntarles hacia metas altas, lo que es bueno y correcto y ofrecerles herramientas para poderlas alcanzar?

Además, ¿hace cuánto tiempo los padres han estado usando la lógica del “Bueno, igual van a tener sexo, mejor que estén preparados”?  ¿Décadas, tal vez? Y el sexo entre personas que no están casadas durante este tiempo se ha convertido, en general, en algo ¿más o menos frecuente?  Mucho más frecuente, ¿cierto?  Así que, tal vez, tenemos ante nuestros ojos un caso que nos da la respuesta que estamos buscando.

Pensemos bien, en cualquier otra situación ¿no elegimos siempre para nuestros hijos lo mejor?, ¿o acaso nos conformamos con lo “segundo” mejor?  ¿Alguna vez le sugieres a tus hijos que busquen tener un 70% en sus notas? ¿Alguna vez le recomiendas que solamente se involucre “razonablemente” en situaciones de bulling y chisme? ¿o le aconsejas a tu hijo que si va a hacer actos vandálicos, se asegure que solamente sea en propiedades abandonadas? ¿le dices a tu hija que está bien mentir, pero solo una vez por semana?  ¿o aceptas que tu hijo falsifique tu firma en la libreta de calificaciones, siempre y cuando se asegure que es súper idéntica?

¿Por qué no? Después de todo, son muy altas las probabilidades son de que nuestros hijos alguna vez van a sacar notas mediocres, alguna vez se van a ver involucrados en chismes o van a participar en algún acto de bulling, y con seguridad alguna vez van a cometer actos de juvenil estupidez.   Con esta lógica, nuestro trabajo no sería decirles que no hagan ciertas cosas, sino en su lugar, deberíamos ayudarlos a hacer las cosas que no deben, pero de forma que se minimicen los riesgos y las consecuencias, ¿cierto?

¿No?

¿y entonces por qué empleamos esta táctica cuando se trata de sexo?

Algo en que pensar, al menos.

Mientras tanto, yo intentaré enseñarles a mis hijos a elegir hacer el bien y evitar el mal, aún en las áreas en las que muchos han fallado, e incluso en las áreas en las que yo misma he fallado.  En realidad, ESPECIALMENTE en las áreas en que yo he fallado, considerando que he tenido bastante éxito en fallar en una vasta selección de categorías.


No les enseñaré a mis hijos sobre el sexo seguro.  Prefiero ser honesta con ellos.