Mientras que en el Parlamento continúa en debate la polémica norma para despenalizar el aborto en casos de violación sexual o si se trata de fetos con malformaciones congénitas, en Trujillo, una valiente mujer que hace 52 años decidió no abortar, pone en el tapete su estremecedor testimonio.
Se trata de Lilian Loyer de Berendson, una mujer callada, pero de mucha fe, quien decidió romper el silencio, para dar a conocer su posición sobre este controvertido proyecto.
Al llegar a su casa del jirón Bolognesi, una suave sonrisa nos dio la
bienvenida. "Jamás imaginé hacer pública mi vivencia, pero este es el
momento. Ahora es necesario hacerlo. Quiero compartirla para que otras mujeres se llenen de fortaleza, y no permitan el aborto", dijo con voz entrecortada, pero muy segura.
Contó que al salir embarazada de su tercer hijo, al que esperaba con la
misma ilusión que a los dos mayores, Walter y Lily, sufrió un grave cuadro de rubéola, precisamente en el segundo mes de gestación.
"Los médicos que me atendieron, entre ellos un familiar, coincidieron en señalar que no existía otra opción. Tenía que someterme a un legrado, que que mi hijo nacería deforme", cuenta. Eso era lo que hoy sería el aborto eugenésico.
La opinión del especialista era insistente, y de muchos. Mis dudas
eran muchas y grandes. En un inicio no sabía que hacer. Confiesa que se puso en manos de Dios y de la Virgen María, y se dejó llevar por su fe. Oré mucho y se lo ofrecí.
"Sabía que el principal derecho humano, es el derecho a la vida. Soy
una convencida de que nadie tiene derecho a matar sin recibir castigo. "Todo ser humano merece nacer y morir naturalmente", expresó.
Sostiene que era consiente que el feto que llevaba en su vientre, no era de su propiedad a pesar de estar en su cuerpo "La madre y el embrión son dos seres individuales, y cada uno tiene sus derechos. Si bien la mujer tiene el derecho sobre su propio cuerpo, no tiene derecho alguno a interrumpir la vida de su hijo solo porque lo tiene en su seno durante la gestación." manifestó emocionada doña Lilian.
UN DÍA DECISIVO
Tras la rubéola, pasaron los días y su decisión de no abortar se fortaleció, ante el asombro de muchos, contó doña Lillian.
"Fueron nueve meses muy difíciles... pero llenos de oración. Estaba
dispuesta a recibir a mi hijo con amor. No importaba cómo nazca. Sano o enfermo, con malformaciones o discapacidad, igual lo iba a querer", asegura.
El día llegó. Cuando empezó a sentir los primeros dolores, se entregó más que nunca a su fe. El 2 de julio de 1956, a las 5 de la tarde, nació el pequeño en la clínica del Hospital Belén.
"Recuerdo que me lo trajeron envuelto en pañales. Lo pusieron junto a mi cama. Quería ser la primera en descubrirlo. Cuando retiré las mantitas que abrigaban su cuerpo, comprobé que estaba sano. Era un varón robusto, hermoso y me miró con una ternura especial", cuenta emocionada.
"Fue un momento inolvidable. Agradecí a Dios por su gran amor.
En ese instante, entregué a mi hijo a la Virgen del Carmen, y me puse su escapulario, el que conservo hasta hoy junto a mi pecho", manifestó mientras besaba y abrazaba a Max, el hijo del testimonio, quien con los años se convirtió en un extraordinario sacerdote que presta servicio en nuestra arquidiósesis.
¡Felicitaciones Tía por la valentía de contar tu historia!, seguro le va a servir a muchas para ser valientes, es una muestra más de que Dios planifica nuestras vidas mucho mejor de lo que nosotros mismos podemos hacerlo.
2 comentarios:
Me alegra que Doña Lillian haya, a través tuyo, compartido su hermosa historia...un aleccionador ejemplo de confianza en Dios.
Y que hermoso regalo le ha dado Dios en respuesta, un hijo sano en cuerpo y alma, un sacerdote que sin duda llevará muchas almas al cielo!
¡BIEN POR TU TÍA!. Dale un besazo de mi parte. Nos empeñamos en ser dioses y no somos a veces más que caricaturas de hombres decidiendo sobre la vida.
Besos
Publicar un comentario