Ninguna aventura que valga la pena se logra sin esfuerzo. Cuando al fin encontramos "nuestra aventura", y nos decidimos a lograrla, a veces, es necesario como Alejandro Magno y Hernán Cortés, QUEMAR LOS BARCOS, para no tener la tentación de huir, de escapar, de abandonar la lucha.... que será, sin duda difícil, pero la recompensa VALE LA PENA.
viernes, 19 de noviembre de 2010
Gente Fuera de Serie
miércoles, 23 de septiembre de 2009
"JUAN PABLO II PODRÍA SER SANTO ANTES DE FIN DE AÑO"

Primer laico que dirigió la oficina de prensa de la Santa Sede, confiesa haber recibido una oferta de millón y medio de dólares por publicar sus memorias, con las que querría dar a conocer la figura de un Papa «muy querido, pero no del todo conocido».
-Un diario propiamente dicho no, pero tomé notas. En mi ordenador debo de tener unas 600 páginas de apuntes.
Hace un año y medio un agente estadounidense me ofreció un millón y medio de dólares por escribir ese libro, precisando que esa cantidad no era siquiera un adelanto sobre los derechos de autor, que llegarían después, y que su intención era publicarlo en todo el mundo. El problema en parte es que he aceptado en estos años una serie de compromisos profesionales y académicos que me absorben casi completamente. Tendría que dejar todo eso y pasarme un año y medio encerrado en mi habitación para escribir ese libro. No sólo sería muy interesante sino que, para mí es un imperativo moral hacerlo, porque Juan Pablo II era muy querido pero no del todo conocido.
Sí, pero creo que no se conoce suficientemente a la persona, su carácter. Por ejemplo, tenía un grandísimo sentido del humor. Incluso cuando había que tratar problemas dramáticos sabía no perder su visión positiva. Estaba siempre de un humor estupendo. Cada vez que iniciaba una conversación conmigo en castellano yo sabía que me iba a gastar una broma.
Benedicto XVI es el Papa de toda la historia de la Iglesia con la más brillante y numerosa bibliografía personal. Su riqueza conceptual es fascinante. Y pienso que la gente —también fuera del ámbito católico y cristiano— es consciente de ello.
Yo diría lo contrario. Su forma de conmoverse —más frecuente de lo que se piensa— no es reaccionar pasionalmente frente a las cosas, sino dejarse conquistar por la sorpresa de la verdad, por el carácter inusual e imprevisible del misterio humano.
-¿Cuáles son los elementos más originales de su Pontificado?
Su confianza en la racionalidad de las personas, en su capacidad de buscar y, sobre todo, encontrar la verdad. Se trata de un estilo personal, abierto, que manifiesta la seguridad en el hecho de que la verdad es siempre «humana» en el sentido de que conocer es una tarea específica de cada ser humano. Por eso he hablado de su «pastoral de la inteligencia».
Me parece que lo anunció él mismo pocos días antes de ser elegido Pontífice: la dictadura del relativismo. La tendencia en algunos lugares a relativizar todo sin darse cuenta que desde esa posición no se puede estar siquiera seguro de que todo es relativo.
Lo digo con palabras suyas: «El punto central y nuestra responsabilidad es mantener el carácter trascendental de la persona humana, que se puede convertir fácilmente en objeto». Y ese logro le fue reconocido en las Naciones Unidas, en los suburbios de Calcuta, en un leprosario en Guinea Bissau o en cualquier lugar a donde fue.
Casi podría repetir la frase anterior de Juan Pablo II. Porque ese desafío no es de un día sino una tendencia que se repite siempre.
Pienso que la Iglesia tiene cada vez más que ejercitar su papel ético espiritual en la más completa ausencia de cualquier otra «institución», por así decir, capaz de difundir valores. Diría que la Iglesia está proponiendo, con optimismo y tenacidad, que el ser humano no es algo sino alguien; no es una cosa sino una persona. Está enseñando a humanizar la sexualidad, a dar sentido al dolor y a la alegría. Está dando horizontes humanos al ser humano. Recordaría aquí aquella frase de Pascal que podría resumir mi respuesta: «El hombre supera infinitamente al hombre».
No me corresponde a mí valorar mi propio trabajo. Sería vano e inútil. Pero normalmente no vuelvo a aquellos años para analizar hipótesis sino para profundizar en el significado de los hechos vividos. Muchas veces, entonces, tuve la sensación de vivir la Historia mientras se estaba haciendo. Fueron unos años bellísimos, extraordinarios…
Desde el punto de vista estrictamente técnico, podría estar todo listo antes de que acabe el año. Los dos pasos que quedan, técnicamente hablando, son el decreto de virtudes y la declaración del milagro, del que se le atribuyen varios, uno especialmente claro. Técnicamente, por tanto, podría estar todo listo antes de final de año. A partir de ahí, todo depende del Santo Padre.
viernes, 19 de septiembre de 2008
EDUARDO VERÁSTEGUI: "Todos estamos llamados a ser santos"

Empezó a trabajar a los 17 años cantando en un grupo que se llamaba “Kairo”. Viajes, discos, videos, telenovelas en México… La fama fue subiendo y cumpliéndose sus “sueños”. Ya sin el grupo siguió cantando como solista. En uno de sus viajes México-E.U. le conoció un director de casting de la “Century Fox” y lo contrató para grabar películas en Hollywood.
martes, 16 de septiembre de 2008
DE ESCRITOR DE "TRHILLERS EROTICOS" A CRISTIANO

Para Eszterhas, esta experiencia fue determinante. Pasó de dudar sobre poder vivir sin tabaco ni alcohol, a saber que podía vencerse a sí mismo y triunfar. En ese momento comenzó su camino de regreso a la Iglesia pero el escándalo sexual que afectó duramente a los católicos en Estados Unidos se convirtió en un escollo para terminar su retorno. Por eso optó por asistir a servicios no denominacionales, pero finalmente se convenció de que no podía dejar de ser católico.

En el último año, los médicos le dieron de alta y asegura que ha vencido al cáncer gracias a lo que él considera un milagro. Éste es el motivo por el cual escribió su nuevo libro titulado "Crossbearer: A memoir of faith" (Portador de Cruz: Un recuerdo de fe), para dar gracias a Dios y contarle al mundo lo que Él hizo en su vida.
lunes, 21 de julio de 2008
LA HISTORIA DEL CABALLERO ANTEK
www.almudi.org
“Mamá, ¿me voy a morir?”, preguntaba Antek. La enfermedad y el dolor de un niño pequeño es un interrogante de difícil respuesta. Antek, de cinco años, le encontró un sentido. Esta es su historia.
Nadie quiere que estas cosas ocurran, pero ocurren. Durante las vacaciones de verano, al “Caballero Antek” le dolió el estomago y se le quitaron las ganas de jugar con sus hermanas Marysia y Rosa. Se quedaba en la cama y lloraba.
Sus padres le llevaron a Urgencias, donde con una inyección le calmaron los dolores. “No le gustó nada -explica Dorota, su madre-, pero le alivió el dolor del estómago. Pensamos que sería algo puntual, pero cada vez volvíamos con más frecuencia al Hospital”.
Cuando terminaron las vacaciones, Antek comenzó a ir al colegio. Pronto se ganó a todos los profesores y compañeros, con su alegría y educación. Siempre jugaba a ser un caballero andante, y se comportaba como tal.
En su familia y en el colegio Sternik, una obra corporativa del Opus Dei en Varsovia (Polonia), rezaban por la salud de Antek. Algo no iba bien. El niño, en cambio, rezaba por otras muchas cosas, más o menos serias: por la paz en el mundo, por sus hermanas, por su equipo de fútbol...
Finalmente, los médicos se decidieron a operarle de apendicitis. Parecía la solución, pero sólo fue el inicio de ataques más fuertes de dolor de estómago.
- ¿Por qué tengo que estar en el hospital? –preguntaba Antek- ¿Por qué estoy enfermo?
Su madre, que no tenía muchas razones que darle, intentó explicarlo así:
- Hijo mío, si Jesús te mirase y te preguntara: “Antek, ¿me ayudas con la Cruz?”. Tú, ¿que le dirías?
- Pues.... bueno, que sí.
- Pues te lo está preguntando ahora.
Un sacerdote amigo de los padres de Antek fue a visitar al niño. Habló con él y le regaló un crucifijo pequeño, de madera. Desde entonces, Antek lo llevó siempre en la mano cuando le iban hacer una prueba o cuando le llevaban a la sala de operaciones.
Las enfermeras veían que el niño se acercaba la mano a la boca y le oían susurrar: “Jesús, confío en ti”.
El día que les iban a confirmar la diagnosis definitiva, Dorota cuenta que se dirigió al despacho del médico lentamente, al paso de una mujer en el noveno mes del embarazo. “Es un cáncer –les dijo el doctor a los padres-. Mañana empezamos con quimioterapia”.
El Caballero Antek se enfrentó con valentía y muy pocas fuerzas a este temido dragón. Sin pelo, con vómitos y débil, preguntó:
- Mamá, pero ¿qué me pasa?
La madre le dijo la verdad:
- Tienes una enfermedad que se llama cáncer. Los médicos van a intentar curarte, pero tienes que saber que a veces no lo consiguen.
- O sea, que me puedo morir.
- Bueno... como todos, como papá, como yo... Pero solo Dios sabe en qué orden.
El niño no añadió nada. Sólo se giró, tomó de la mesa su crucifijo y susurró otra vez: “Jesús, confío en ti”.
La madre puso en marcha una cadena de oración: en la familia, entre los amigos. Cada día, recibía diferentes SMS en su móvil: “Hoy he ido a misa por Antek”, “Haré unos minutos de oración por tu hijo”...
Dorota pedía oraciones a cualquiera. Un día, al bajarse de un taxi, dijo al conductor:
- “Mi hijo se está muriendo. ¿Podría usted rezar por él?“
Rezó e hizo rezar. Quería presentar a Dios “toneladas de oración”.
Antek luchó mucho contra el cáncer. Algunos días estaba fuerte y corría por todo el hospital como un rayo, revolucionándolo todo. Otros, sólo tenía fuerzas para ver la tele.
Y maduraba rápido. Cada vez con más frecuencia, preguntaba a su madre sobre la muerte, el Cielo, el porqué del sufrimiento.
- Mamá, ¿qué se hace en el cielo?
- Juegas, corres con la bici, te diviertes con Dios...
La madre asegura ahora que las “toneladas de oración” dieron a Antek un descanso antes del final.
Durante unos días, se encontró perfectamente, corría de aquí para allá, paseaba, había recuperado la felicidad...
Pero los médicos sabían que el cáncer seguía creciendo, cada vez más rápido, y aconsejaron a los padres que lo llevaran a casa, donde se encontraría más tranquilo durante sus últimos días.
Allí, recayó de nuevo.
Antek disfrutó del ambiente familiar. Desde su cama veía a su madre preparar la cena, a sus hermanas hacer los deberes, a su padre leyéndole un cuento.
Un día llamó a su hermana Róża, con quien a veces peleaba:
- Róża –le dijo-, eres tan bonita y tan buena. Yo te quiero, acuérdate.
En otra ocasión, su padre le dijo llorando:
– Hijo mío, si pudiera, moriría por ti.
El chico sonrió con dificultad y le respondió:
- Pero soy yo quien va a morir por ti.
Antek tenía 6 años y 9 meses.
Murió poco después a las siete de la mañana. En su tumba, un amigo dejó escrito: “Gracias Antek: nos enseñaste a aceptar el dolor que llega sin saber por qué. A sostenernos con la fe. A aceptar la voluntad de Dios y confiar en Él”.
jueves, 26 de junio de 2008
SAN JOSEMARIA

miércoles, 25 de junio de 2008
CONVERSION DE UN MEDICO ABORTISTA

En un testimonio a la emisora de radio 'Rainha da Paz', un médico brasileño que efectuó durante años el aborto relató su dolorosa e intensa experiencia de conversión, iniciada después de la muerte de su hija.
"Fue así como violé el juramento que hice cuando me formaba para dar la vida, para salvar la vida. Ayudé a muchos niños a venir al mundo, pero también a muchos de ellos no les permití nacer y me enriquecí escondido tras la máscara de la vitalidad", agregó el médico.

"Y fue así, en un ciego e inhumano oficio de medicina, que construí una familia con muchos bienes, muy rica y que nada le faltaba. Mis padres murieron con la ilusión de que su hijo era un doctor bien logrado, exitoso".

El experto comentó que "Dios me hizo entender que a partir del momento de la fecundación del óvulo existe vida, por lo que entendí que soy un asesino".
"No sé si algún día Dios me va a perdonar, pero para restar mi culpa y mi dolor, vendí mi consultorio y todos los bienes que conseguí con la práctica del aborto y con ese dinero, construí una casa de amparo para madres solteras y me dedico hoy a atender y practicar ¡una medicina de verdad!".
lunes, 16 de junio de 2008
HOMENAJE A PADRES EJEMPLARES IV

www.diosesisdeleon.org
Antero Mateo García, casado, padre de ocho hijos, modesto ferroviario, era un auténtico representante del mundo obrero.
Nació el 4 de marzo de 1875 en Valdevimbre, León. Siendo joven, hubiera querido estudiar y ser sacerdote, pero la situación económica de sus padres (era el mayor de nueve hermanos) se lo impidió. Al trasladarse a Barcelona para trabajar, entró en relación con la Orden de los Predicadores (dominicos), pues participaba en las actividades de su iglesia. Junto a su mujer, se convirtió en miembro de la Fraternidad de la Tercera Orden.
Tenía un gran amor por la Eucaristía y el Rosario, que rezaba junto a su familia.Cuando la persecución religiosa estalló en Barcelona, fue amenazado en su lugar de trabajo. El 8 de agosto de 1936 fue detenido. Le llevaron a Sant Andreu de Palomar, cerca de Barcelona, para ser torturado y fusilado.
La investigación realizada con motivo de su causa de beatificación aclara que fue asesinado «por odio a la fe». Entre sus compañeros mártires, se encuentra otro laico de la Tercera Orden de Santo Domingo, Miquel Peiro Victori, casado (1887-1936) y religiosas dominicas.
sábado, 14 de junio de 2008
HOMENAJE A PADRES EJEMPLARES II

viernes, 13 de junio de 2008
HOMENAJE A PADRES EJEMPLARES

domingo, 18 de mayo de 2008
HOMENAJE A MADRES EJEMPLARES V

IRENA SENDLER
http://www.fluvium.org/
"No se plantan semillas de comida. Se plantan semillas de bondades. Traten de hacer un círculo de bondades, éstas las rodearán y las harán crecer más y más". Irena Sendler
No conocía nada de la vida de Irena Sendler hasta que hace no mucho tiempo un amigo me envió un PowerPoint sobre esta maravillosa mujer.
La vida de Irena Sendler, la madre de los niños del Holocausto, es sin duda un ejemplo de humildad y de coraje digno de admiración y respeto.
Esta mujer valiente –que no se reconocía una heroína porque, según decía, "podría haber hecho más, y este lamento me seguirá hasta el día en que yo muera"–, arriesgó su vida durante la ocupación nazi para salvar la vida a más de dos mil quinientos niños judíos. Gracias a su estatus de enfermera se las ingenió para rescatar a los niños del gueto judío de Varsovia en cubos de basura, en ataúdes, con supuestas enfermedades contagiosas como el tifus,… y los repartía por familias y conventos católicos de Europa. Para llevar el control y al acabar la guerra, poder devolverles a sus autenticas familias, Irena escondía los nombres de los niños y la identidad de sus nuevos padres en botes de conserva, que luego enterraba bajo un manzano frente a los barracones de los alemanes cercanos a su casa.
Torturada por la GESTAPO, ella nunca reveló el paradero de los niños. Cuentan que lo único que le mantenía con vida en esa situación fue una estampita ajada de Jesús Misericordioso con la leyenda: "Jesús, en vos confío"; la conservó consigo hasta el año 1979, momento en que se la obsequió a Juan Pablo II. Y seguramente el rostro del Señor lo veía en las caritas de esos niños hambrientos y asustados.
Ella siempre prefirió mantenerse en el anonimato, porque como decía: "Yo no hice nada especial, sólo hice lo que debía, nada más".
Pero años más tarde, gracias al trabajo de investigación de unos jóvenes estudiantes norteamericanos, su historia apareció en los periódicos. Al ver su foto muchos de esos niños reconocieron a Jolanta y no tardaron en ponerse en contacto con ella para decirle: "Recuerdo tu cara… soy uno de esos niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte…".
Hoy, sin duda, Jolanta habrá sido recibida con miles de besos a las puertas del cielo. Cientos de padres y madres le habrán abierto las puertas de par en par por haber salvado la vida de sus hijos arriesgando la suya propia.
Y seguramente todos ellos junto a Jolanta , hoy, también toman prestadas las palabras de Juan Pablo II en su saludo a los participantes del 60° aniversario de la insurrección de Varsovia : "Pido a Dios que, con su gracia, haga cada vez más noble el corazón de todos los polacos, para que el recuerdo de las gestas heroicas de nuestros antepasados no sea sólo una evocación de la historia remota, sino también un ejemplo estimulante de amor a la patria que, incluso en tiempos de paz, se exprese poniendo el bien común por encima de los intereses personales".
domingo, 11 de mayo de 2008
HOMENAJE A MADRES EJEMPLARES IV
Por un minuto piensa en las personas que viven en tu vecindario. ¿Podrías llamar a alguno santo? Hubo un barrio en Italia donde efectivamente una santa vivía en la casa contigua. La beata Isabella Canori Mora quien llevó su vida de madre y esposa a la plena conformación con Cristo en la cotidianeidad y en la adversidad de tener un esposo que la maltrataba.
Nació en Roma el 21 de noviembre de 1774. Hija de Tommaso y Teresa Primoli, en el seno de una familia de posición acomodada, profundamente cristiana y diligente en la educación de sus hijos.
Estudió con las Hermanas Agustinas de Cascia (1785-88), donde destacó por su inteligencia, una profunda vida interior y su espíritu de penitencia. De regreso a Roma, tuvo una vida tranquila hasta que en 1796 -cuando tenía 21 años- se casó con el joven abogado romano Cristóforo Mora.
Para ella, el matrimonio fue una decisión reflexionada, madura, pero después de algunos meses, la fragilidad psicológica de Cristóforo comprometió la serenidad de la familia. Convirtió a una mujer de mal vivir en su amante y a medida que pasaba el tiempo, humilló y abusó de su esposa en distintas formas, no ejerció más la abogacía, y gastó tanto dinero en sus aventuras que terminó llevando a su esposa e hijas a la extrema pobreza y una creciente deuda.
A la violencia física y psicológica de su esposo, Isabella respondió siempre con absoluta fidelidad. Nunca puso excusas, conveniencias o intereses para justificar un abandono de su hogar, para ella sólo primaba el código de fidelidad de amor y rendición total.
Isabella trató a su marido con paciencia gentil, ofreciendo penitencias y oraciones por su conversión. Nunca pensó en separarse de él, a pesar de los consejos de familiares y amigos. En vez de esto, siempre amó, apoyó y perdonó a su esposo esperando su conversión.
En 1801 sufrió una misteriosa enfermedad que la puso al borde de la muerte. Se curó de forma inexplicable y tuvo su primera experiencia mística. Esta es una vidente italiana de las tribulaciones de los últimos tiempos de la Iglesia, que fue favorecida con los dones de la visión y de la profecía. El Señor le hizo alcanzar la madurez para recibir las visiones y las ilustraciones sobre el destino de la Iglesia. Recibió en forma clara los estigmas de la pasión de Cristo, y en sus visiones vio las tremendas batallas que tendrá que sostener la Iglesia en los últimos tiempos bajo el poder de las tinieblas.
Tuvo cuatro hijos, pero los dos primeros murieron a los días de nacer. Con el abandono de su esposo, fue forzada a vivir trabajando con sus propias manos para seguir al cuidado de sus hijas Marianna y Luciana. Dedicó mucho tiempo a la oración, los pobres y los enfermos.
Su hogar pronto se convirtió en un punto de referencia para mucha gente en busca de ayuda material y espiritual. Se dedicó especialmente a cuidar de las familias en necesidad. Para ella, la familia implicaba dar un espacio a cada persona, un lugar que dé frutos de vida, fe, solidaridad y responsabilidad.
La familia, para ella, era el templo en el que recibía al "al amado Señor, Jesús de Nazaret" y a todos los que se dirigían a ella. A través de la auto negación, Isabella ofrecía su vida por la paz y la santidad de la Iglesia, la conversión de su esposo y la salvación de los pecadores.
En 1807 Isabella se unió a la Orden terciaria Trinitaria. Respondió con dedicación a la vocación al matrimonio y la consagración secular. Sus admirables virtudes humanas y cristianas así como la fama de su santidad se difundieron a través de Roma, Albano y Marino, donde ganó fama de santidad.
En 5 de febrero de 1825, mientras era asistida por sus dos hijas, Isabella falleció. Fue enterrada en Roma en la iglesia trinitaria de San Carlino alle Quattro Fontane. Poco después de su muerte, como ella misma predijo, su esposo se convirtió uniéndose a la Orden Terciaria Trinitaria y después se ordenó sacerdote de los franciscanos conventuales. Murió el 9 de setiembre de 1845 y fue enterrado en la iglesia de los franciscanos conventuales de Sezze.
Fue beatificada junto al joven mártir Zaire Isidore Bakanja, y a otra madre italiana santa, Gianna Beretta Molla, por el Papa Juan Pablo II el 24 de abril de 1994, en el Año Mundial de la Familia. Su fiesta se celebra cada 4 de febrero.
viernes, 9 de mayo de 2008
HOMENAJE A MADRES EJEMPLARES III

Gianna fue la séptima de trece hijos, de una familia de clase media de Lombardía (al norte de Italia), estudió medicina y se especializó en pediatría, profesión que compaginó con su tarea de madre de familia. Quienes la conocían dicen que fue una mujer activa y llena de energía, que conducía su propio vehículo algo poco común en esos días, esquiaba, tocaba el piano y disfrutaba yendo con sus esposo a los conciertos en el conservatorio de Milán.
El marido de Gianna, el ingeniero Pietro Molla, recordó hace algunos años a su esposa como una persona completamente normal, pero con una indiscutible confianza en la Providencia.
El ingeniero Molla manifestó que "le habían aconsejado una intervención quirúrgica. Esto le habría salvado la vida con toda seguridad. El aborto terapéutico y la extirpación del fibroma, le habrían permitido más adelante tener otros niños". "Gianna eligió la solución que era más arriesgada para ella".
La protagonista del milagro, ocurrido el 9 de noviembre de 1977 en un hospital brasileño, fue una joven parturienta quien se curó de septicemia (infección generalizada del organismo). Las religiosas del hospital habían pasado la noche encomendando su curación a la intercesión de Gianna, cuya figura les era conocida porque el promotor del hospital era un hermano de la beata, médico y misionero capuchino en ese país. El Papa aprobó el decreto que reconocía sus virtudes heroicas y la beatificó.
"Al buscar entre los recuerdos de Gianna algo para ofrecerle a la priora de las Carmelitas descalzas de Milán, recuerda el esposo de la beata Gianna Beretta, encontré en un libro de oraciones una pequeña imagen en la que, al dorso, Gianna había escrito de su puño y letra estas pocas palabras: "Señor, haz que la luz que se ha encendido en mi alma no se apague jamás".
"Jamás creí estar viviendo con una santa. Mi esposa tenía infinita confianza en la Providencia y era una mujer llena de alegría de vivir. Era feliz, amaba a su familia, amaba su profesión de médico, también amaba su casa, la música, las montañas, las flores y todas las cosas bellas que Dios nos ha donado", confesó a la entrevistadora Pietro Molla, mientras sus ojos brillaban de intensa emoción. "Siempre me pareció una mujer completamente normal pero, como me dijo Monseñor Carlo Colombo, la santidad no está solo hecha de signos extraordinarios. Está hecha, sobre todo, de la adhesión cotidiana a los designio inescrutables de Dios", agregó.
La pequeña Gianna Emanuella, la bebé por la que Gianna Beretta dio la vida La Peluchi no puede evitar preguntar a Pietro Molla sobre sus sentimientos respecto de la beatificación de su difunta esposa: "Mis sentimientos, responde emocionado, tienen múltiples matices, de sorpresa, casi de maravilla, de agradecimiento a Dios y de aceptación jubilosa, ciertamente feliz y singular, de este don de la Divina Providencia, que también considero un reconocimiento a todas las innumerables madres desconocidas, heroicas como Gianna, en su amor materno y en su vida".
jueves, 8 de mayo de 2008
HOMENAJE A MADRES EJEMPLARES II

martes, 6 de mayo de 2008
HOMENAJE A MADRES EJEMPLARES I

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y soledad, pero sus padres dispusieron que se casara con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero terriblemente malgeniado, y además mujeriego, jugador y sin religión ni gusto por lo espiritual.
La hizo sufrir mucho, y por más de 30 años ella tuvo que aguantar los tremendos estallidos de ira de su marido, que gritaba ante el menor disgusto, aunque nunca llegó a levantarle la mano.
Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor, Agustín, la hizo sufrir por docenas de años.
LA CONVERSIÓN DE SU ESPOSO
En aquella región del norte de África, donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué si su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, nunca la había golpeado, y, en cambio los esposos de ellas, las golpeaban sin compasión. Mónica les respondía: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando el grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues.... no peleamos". Esta fórmula se ha hecho célebre en el mundo y ha servido a millones de mujeres para mantener la paz en la casa.
Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande con los pobres, nunca se oponía a que ella se dedicara a estas buenas obras, y quizá por eso mismo logró su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio pidiera el Bautismo, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica, que por meterse demasiado en el hogar de Mónica y su esposo, le había amargado la vida. Un año después de su bautismo, Patricio murió santamente, dejando a la viuda con el problema de Agustín, su hijo mayor.
Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y por eso lo enviaron a la capital del estado, Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero Agustín tuvo la desgracia de que su padre no se interesaba por sus progresos espirituales. Solo les importaba que sacara buenas notas, que brillara en las fiestas sociales y que sobresaliera en los ejercicios físicos, pero acerca de la salvación de su alma, no se interesaba ni le ayudaba en nada. Esto fue fatal para él, pues fue de mal en peor, cayendo en errores y pecados.
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años, y empezaban a llegarle a Mónica noticias cada vez peores, de que el joven llevaba una vida poco santa. En una enfermedad, ante el temor de la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad, abandonó el propósito de hacerlo. Finalmente, se hizo socio de una secta llamada de los Maniqueos, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Mónica que era bondadosa pero no cobarde, ni floja, al volver su hijo de vacaciones y empezar a oírle mil barbaridades contra la Verdadera Religión, lo echó sin mas de la casa y le cerró las puertas,porque bajo su techo no quería albergar a enemigos de Dios.
UNA VISIÓN
Pero sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que vio que ella estaba en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía: "tu hijo volverá contigo" y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño tenido y el dijo, lleno de orgullo, que eso significaba que ella se iba a volver maniqueista como él. Pero ella le respondió: "En el sueño no me dijeron, mamá irá a donde su hijo, sino tu hijo volverá contigo". Esta hábil respuesta impresionó mucho a su hijo, quien más tarde la consideraba como una inspiración del cielo.
FALTABAN 9 AÑOS PARA LA CONVERSIÓN DE AGUSTÍN
Por muchos siglos ha sido comentada la bella respuesta que un obispo le dio a Mónica cuando ella le contó que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que pierda a su hijo entre tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que había oído en el sueño, la llenaban de consuelo y esperanza, a pesar de que Agustín no daba la menor señal de arrepentimiento.
Cuando tenía 29 años, el joven decidió ir a Roma a dar clases Ya era todo un doctor. Su madre se propuso irse con él para librarlo de todos los peligros morales. Pero Agustín le hizo una jugada tramposa (de la cual se arrepintió mucho más tarde). Al llegar junto al mar, le dijo a su madre que se fuera a rezar a un templo, mientras iba a visitar a un amigo, y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma, sin ella. Pero Mónica no era mujer débil, para dejarse derrotar tan facilmente. Tomó otro barco, y se fue tras su hijo.
En Milán, Mónica se encontró con el Santo más famoso de la época, San Ambrosio, arzobispo de esa ciudad. En él encontró un verdadero padre lleno de bondad y de sabiduría que la fue guiando con prudentes consejos. Además, Agustín se quedó impresionado por su enorme sabiduría y la poderosa personalidad de San Ambrosio y empezó a escucharle con profundo cariño, a cambiar sus ideas y a entusiasmarse por la fe católica.
Y sucedió que en el año 387, Agustín, al leer unas frases de San Pablo, sintió una impresión extraordinaria y se propuso cambiar de vida. Envió lejos a la mujer con la cual vivía, dejó sus vicios y malas costumbres. Se hizo instruir en la religión y se bautizó en la fiesta de Pascua de Resurrección, ese mismo año.
Agustín, ya convertido, volvió con su madre y hermano a su tierra en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba en esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió, que estando allí, junto al mar, viendo el cielo estrellado, comentaba con su hijo las maravillas que les podían esperar. Y exclamó: "¿Y a mí, que más me puede amarrar a esta tierra? Ya he obtenido mi máximo deseo, que era verte convertido. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios". Poco después, le invadió una fiebre y en pocos días se agravó y murió. Lo único que pidió a sus hijos fue que no dejaran de rezar por el descanso de su Alma.
Santa Mónica murió a los 55 años, en el año 387.
Miles de madres y esposas se han encomendado en todos estos siglos a Santa Mónica para que les ayude a convertir a sus esposos e hijos, y han conseguido conversiones admirables.