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viernes, 19 de noviembre de 2010

Gente Fuera de Serie

Después de ver este video, a ver si a alguien le quedan dudas de que Dios TODO lo hace perfecto!  Cada vida vale!

viernes, 15 de octubre de 2010

SOCIEDAD GUATEMALTECA DE PADRES MALOS

QUERIDO HIJO: 

           Mientras vivas en esta casa obedecerás las reglas. Cuando tengas tu casa obedecerás tus propias reglas. Aquí no gobierna la democracia, no hice campaña electoral para ser tu padre, tú no votaste por mí. Somos padre e hijo por la gracia de Dios, y yo acepto respetuosamente el privilegio y la responsabilidad aterradora. Al aceptarla adquiero la obligación de desempeñar el papel del padre.
        
            No soy tu cuate, nuestras edades son muy diferentes. Podemos compartir muchas cosas pero no somos compañeros. Soy tu padre ¡Y eso es cien veces más que un amigo!. 
            
             También soy tu amigo, pero estamos en niveles completamente distintos. En esta casa harás lo que yo diga y no debes cuestionarme porque todo lo que yo ordene estará motivado por el amor. Te será difícil comprenderlo hasta que tengas un hijo, mientras tanto confía en mí... 
        
                                                                                     Tu Padre 





        
GRAN PARTE DEL PROBLEMA QUE ESTAMOS VIVIENDO ES GRACIAS A TANTO PAPA BUENA ONDA, 
        
        
        Responsabilidad, Honor, Vergüenza, Respeto, Principios Elementales.
        
        

        Bueno, pero... ¿Qué nos pasa? Qué es lo que nos hace suponer, que alguien más tiene la responsabilidad de cuidar de nuestros hijos, si nosotros, que se supone que somos los que más los amamos, no queremos tomar esa responsabilidad? 
          
         Es ridículo ver esas mesas redondas, en las cuales funcionarios públicos, dueños de bares y discotecas, miembros de comités ciudadanos y medios de comunicación se culpan unos a otros por algo que no es más que falta de responsabilidad de nosotros los padres. 
            
         Que si en los bares le venden alcohol a menores; que si los agentes de tránsito reciben sobornos, que si no cierran estos lugares a la hora señalada, que los jóvenes salen de estos lugares "totalmente borrachos". ¿Pero en dónde están los padres de éste menor que tomó más de la cuenta? ¿Quién lo recibe en su casa a esas horas y en ese estado? ¿Quién le dio el dinero para entrar en el bar, para el alcohol y para el soborno? ¿Dónde están los padres que le dieron el carro a un menor que no es capaz de hacerse responsable y maneja aunque esté tomado?
        
          ¡Por favor! En qué piensan los padres de esos jóvenes que salen de su casa a las 11 de la noche, habiendo empezado a tomar desde la tarde, durante el partido de Tigres o de Rayados? 
        
          ¿Y qué están pensando los padres de la jovencita de 16 ó 17 años, que va a conseguir jalón de regreso con la mamá de fulanita, sin querer enterarse de que esa mamá ni siquiera está en la ciudad?
        
        Por qué queremos pasarles la responsabilidad de decidir en manos de quién ponen su vida si todavía no son capaces de decidir de qué color pintarse el pelo, hoy con rayitos, mañana mejor negro.
        
           Porqué les damos permiso a nuestras hijas de irse a dormir después de la disco a casa de una amiga y les cargamos la responsabilidad de llevarlas a los novios de 19 ó 20 años, quién sabe a qué hora y no sabemos ni cómo, pues puede ser que tome de más ¿Porqué queremos creer que son maduros y responsables si nosotros mismos no lo estamos siendo? Nos volvemos ciegos a los peligros por comodidad, nos hacemos los "buena onda", "es que yo sí le tengo confianza a mi hija".
        
        Lo que tenemos es miedo y pereza, no queremos actuar como padres.
        
       Nuestros hijos no necesitan que seamos sus amigos... Ellos ya tienen un montón de amigos, de su edad.
        
    Nuestros hijos necesitan padres valientes y responsables, que fundamenten principios básicos, que pongan reglas y luego estén ahí para ver que se cumplan.
        
            ¿Cómo va a depender la seguridad de mi hijo del barman de una discoteca?? o del agente de tránsito, o si el dueño de la disco no cumple la ley y cierra a las 6:00 a.m. en lugar de a las 1:00 a.m.?
        
            Yo creo que sí debería de haber un horario, "pero el que los padres pongan en su casa" independientemente de la hora que cierren los bares. 
          
        ¿De qué tenemos miedo, Papás?
        
        ¿Porqué no podemos poner reglas?
        
        ¿Porqué no podemos exigir que se cumplan?
        
        ¿Porqué abandonamos a nuestros hijos en busca de nuestras propias comodidades?
        Si los jóvenes no necesitaran guía, si no necesitaran límites, ni autoridad a quién respetar...no existiríamos los padres. 
        Se nos encomendó una misión muy especial, la más grande: colaborar con Dios en la Creación y es a nosotros a quien se nos pedirá cuentas por nuestros hijos; no al dueño del bar, ni al amigo de nuestro hijo que iba conduciendo borracho cuando chocaron, ni al novio que se está luciendo de lo rápido que maneja y lo bien que "controla" el auto aún estando borracho, ni al policía, ni al maestro...¡ 
        a nadie más!
          
        Nunca, nadie podrá hacer que nuestros hijos regresen a casa a tiempo y a salvo, si nosotros no podemos hacerlo. No existe ley, ni horario, ni funcionario capaz de hacer por nuestros hijos, lo que nosotros no queremos hacer.
          
        ACTUAR COMO PADRES es muy difícil, y claro, oír de ellos "es que todos te tienen miedo, papá",  pues no importa!
        
        No estamos en campaña de elecciones para ser el papá más popular del año, pues ya cada quién tiene el padre que le tocó y sería estúpido poner en peligro la seguridad de nuestros hijos por quedar bien y caerles bien a sus amigos y aún más estúpido utilizar a nuestros hijos como instrumentos de venganza hacia nuestras fallidas relaciones en esta época de tantos padres divorciados.
          
        Es horrible oír de muertes de muchachos así, que han tenido la desgracia de toparse con esos otros jóvenes, hijos de padres "buena onda". Incluso oír de muertes de niños por accidentes o asesinatos que no han estado al cuidado de su papá y/o mamá. Es increíble ver a los niños(as) jugando SOLOS en la calle sin ningún cuidado y es increíble ver a nuestros jóvenes metidos en los bares durante todo el fin de semana tomando y en muchas ocasiones drogándose ya sea por voluntad propia y/o  propiciados por tanta gente sin moral y sin escrúpulos
          
        No estaría mal ganarnos el respeto de nuestros hijos, tomando las riendas de su vida, haciéndonos responsables de su hora de llegada, de lo que toman, de sus calificaciones, haciéndoles saber lo que esperamos de ellos y creando los medios para ayudarles en su lucha para conseguirlo. 
        
        Pongamos los pies sobre la tierra, seamos concientes...
        
        Los jóvenes y niños, lo único que necesitan, es que ACTUEMOS COMO PADRES!
        
        "SOCIEDAD GUATEMALTECA DE PADRES MALOS"...     ¡PERO QUE QUEREMOS A NUESTROS HIJOS!
          
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miércoles, 13 de octubre de 2010

RESPUESTA DE UN SACERDOTE SOBRE EL USO DEL CONDON

         

El padre Paulino Toral, en compañía de algunos voluntarios, durante la entrega de raciones alimenticias que se hizo el viernes en el hospital de Infectología de Guayaquil.
             


 Guayaquil, 20 de marzo de 2009 
            
              Muy estimado Bonil: 
              Le admiro como humorista; no me da empacho decirlo. Le escribo con la autoridad que me proporciona ser un sacerdote que visita todas las mañanas de todos los viernes a los pacientes de VIH-sida en el Hospital de Infectología. 
              Voy siempre con un equipo de voluntarios y voluntarias de la Casa de la Vida. No sólo le escribo como un apóstol de mis enfermos, sino como simple hombre culto (soy abogado y sacerdote, con 10 años de estudios en tres universidades españolas). Estoy completamente en contacto con todo lo que sucede. Me muevo en el Internet como un pez en el agua. Le digo esto, porque a veces la gente piensa que los curas vivimos en otro planeta. 
              He visto su chiste de hoy sobre el Papa y el criterio de la Iglesia Católica sobre la ineficacia del preservativo para combatir el SIDA. 
              Estimado Bonil: El Papa puede decir que dos por dos son cuatro. Pero esta verdad no deja de ser una verdad científica, sino que sigue siendo una verdad matemática, aunque la afirme un religioso. 
              Dejemos aparte - sólo por método, para poder dirigirme a usted, con total independencia de sus creencias: no sé nada de su religión, ni siquiera sé si cree en Dios o no. da lo mismo para el caso - los motivos morales por los cuales la Iglesia católica se opone al uso del preservativo para combatir la pandemia del sida. 
              El Papa ha afirmado algo que es puramente científico: el uso del preservativo, lejos de impedir la propagación del sida, en definitiva, la acrecienta y aumenta. 
              Tome usted un microscopio. Ponga un preservativo de látex. Mida las microscópicas perforaciones que tiene el látex. Apunte en una libreta las milimicras que posee cualquiera de las perforaciones. Ahora, coja un virus del sida. Póngalo en el microscopio. Mídalo. Ahora compare las dos medidas. 
              La ciencia de hoy afirma que el virus del sida es 450 veces más pequeño que el espermatozoide. Si bien los espermatozoides no atraviesan las perforaciones del preservativo, claro que los virus del sida sí lo hacen. 
              Por otra parte, hemos de reconocer que la masiva difusión del preservativo, no determina una disminución del número de relaciones sexuales, sino, por lo contrario las facilita, las estimula, las incentiva. 
              Sepa, además, mi estimado Bonil, que tras la difusión masiva del preservativo hay toda una industria con gigantescos intereses económicos, todo un capitalismo. y, lo peor, ellos saben que el preservativo no preserva de nada, y que, como dice el Papa, aumenta la pandemia (por las dos razones científicas que antes le he expuesto: matemática: dimensión de las perforaciones, y estadística: constatación numérica de los fenómenos sociales) y, sin embargo, son tan criminales y tan genocidas, que por forrarse los bolsillos de dólares, empujan al mundo entero a la peor pandemia de la historia (tengo 5 DVD's, sobre el tema). 
              La irresponsabilidad de las autoridades de salud del mundo entero, y también, por supuesto, de Ecuador, es espantosa. Tras esa irresponsabilidad, o está una tercermundista ignorancia o una tercermundista corrupción. Todos ellos tendrán que dar cuenta a Dios - no me fío nada de los "juicios de la Historia", que son para morirse de risa - de la criminal irresponsabilidad con la que difunden en nuestro ambiente el uso del preservativo, con la consiguiente incentivación de las relaciones sexuales realizadas con la "ruleta rusa" del preservativo. 
              No por motivos religiosos, sino por simples razones de salud pública, la autoridad gubernamental debería informar a la gente los peligros que comporta el uso del preservativo. Algo así como se hace con la campaña de difusión de la estrecha relación que hay entre el tabaco y el cáncer. 
              Para terminar: son innumerables los y las pacientes de sida que cuando yo les he preguntado - claro, con toda mi intención - si usaron "protección". me miran con profunda tristeza y con una sonrisa cargada de odio e ironía me dicen: "Padrecito, el preservativo no sirve para nada." 
              Le invito un viernes a visitar conmigo a 'mis' enfermitos de sida - hoy mismo he estado con ellos - y luego me dirá si se atreve a hacer, querido Bonil, un chiste sobre la relación que hay entre la difusión del preservativo y el avance de la pandemia del sida. 
              Venga, le recibiremos llenos de cariño en nuestro equipo. Venga, y verá cómo los enfermitos están equivocados - sí que están equivocados - cuando dicen que no sirve para nada: ¡Claro que sirve!, y muchísimo: sirve para contagiarse ellos del sida; y sirve, sobre todo, para que muchos millonarios del primer mundo y del tercero, ganen más euros y dólares a costa de los millones de enfermos de sida que se fiaron del preservativo. 
              Además, mi querido amigo: no sé si usted es casado, no sé si tiene hijas. pero si un chico le dice a usted que va a tener relaciones con su hija, no creo que usted le diga: "¡Ok; pero con preservativo!" Me imagino que, como padre digno que supongo será, le dirá al chico de turno: "Amigo, usted a mi hija no me la toca, hasta que sea su esposa, después de haberse casado con ella, como Dios manda. ¡Mientras, ni con preservativo, ni sin preservativo!". 
              Y esto es lo que la Iglesia afirma como el mejor y único camino para preservar al mundo del sida. y de muchos otros males, tales como los hijos sin hogar. En esto, supongo que usted coincide con Dios y la Iglesia. 
            
              Con mi respeto y mi afecto. 
              
              Padre Paulino Toral.  

jueves, 30 de septiembre de 2010

¿PORNOGRAFIA Y SEXO, O PUREZA?

No es el tipico video de un "puritano de sexo". Este es un excelente video, testimonio de una pareja de novios que realmente invita a pensar y le da un completo nuevo enfoque a la palabra "castidad".
Super recomendable para jóvenes y adolescentes, y definitivamente un video obligado para padres y educadores.




Y acá les dejo un link de una página en donde se puede encontrar un programa de VERDADERA salud sexual y reproductiva, y no lo que intentan imponernos algunos.

lunes, 27 de septiembre de 2010

CASADA Y CON HIJOS

www.almudi.org
viernes, 24 de septiembre de 2010
Antonio Orozco Delclós


Dejo al lector el juicio sobre este raro espécimen llamado Lourdes.
Conversación con una madre de familia
Hay un país en la tierra que tiene un índice de natalidad del 1,3 y en algunas regiones suyas es aún más bajo. Significa esto que carece del relevo generacional necesario para garantizar Almudi.org - Familiaun futuro humano mínimamente satisfactorio. Lo previsible produce ciertos escalofríos. Ese país es España, a la cola de Europa. Y Europa, a la cola del mundo.
¿Cómo empezó la cosa? Indro Montanelli dice en su Historia de Roma, que la caída del Imperio comenzó con la corrupción de sus clases altas. El pescado —ilustra con un dicho italiano— siempre comienza a oler mal por la cabeza. A los romanos altos, les comenzaron a resultar incómodos los hijos y llegó el tiempo en que escasearon los hombres para el trabajo y para la guerra al extremo que la invasión bárbara fue poco menos que coser y cantar.
En un país como España, encontrarse con una mujer de 31 años con seis hijos, uno todavía en camino de ver la luz y el mayor de sólo 8 años, es como toparse con un espécimen extraterrestre. Es el caso que me ha acontecido con Lourdes Rivero, casada con Javier, de 36 años, militar, capitán ingeniero de construcción.
Sé que Lourdes no una excepción propiamente dicha, pero los índices están ahí. Dejaré al lector que juzgue por sí mismo sobre la rareza de esta señora y maestra.
Si me permite usted la pregunta, ¿a dónde van ustedes —usted y su marido—, con tantos hijos por esos mundos de Dios? ¿No se han enterado de que la paternidad ha de ser responsable?
Vamos a un sitio muy concreto. Me casé con Javier a los 22 años, al terminar los estudios de Magisterio, después de cinco años y un día de noviazgo. Entonces yo quería esperar un par de añitos a tener mi primer hijo, para disfrutar de una nueva vida, nuevas libertades, salir, entrar, viajar...
Pero no fue así: me casé un día de los Inocentes y Javi nació a los diez meses. Papá me decía:«cuando tengas tus propios hijos te darás cuenta de lo que te hemos querido tus padres». Tenía razón: cuando me pusieron a mi niño en mis brazos, sentí dentro algo que sólo una madre puede sentir: no hay palabras para expresarlo. Es una mezcla de ternura infinita, un amor que te quema las entrañas, tanto, tanto, tanto, que sólo puedes decir: ¡Gracias, Señor, por esto que no tiene nombre! ¡Gracias, Señor, por lo que me han querido mis padres! ¡Ahora lo comprendo!...
Pero he aquí que, de repente, me viene al corazón un sentimiento, una voz que me dice: «Yo te quiero muchísimo más que eso! Yo, Dios, te quiero con fortaleza de padre y ternura de madre!»Desde ese día cambió todo, todo. Empecé a entender qué significa de verdad "filiación divina", ser hijo de Dios. Y al comprender, más bien intuir el amor paternal de Dios, todo en mi vida lo veo bajo la luz del cariño de Dios: las alegrías, las penas, las cosas que no comprendo. Todo tiene sentido. Todo tiene un color diferente. Cualquier anécdota o suceso que tengo con mis hijos, me sirve de referencia para interpretar mi relación con Dios.
O sea, que, como Dios es un Padre tan bueno, todo maravilloso, ¿no?
Pues, no exactamente. Cuando Javi tenía un año, tuvo una gastroenteritis angustiosa: vomitaba y tenía mucha diarrea y muchísima sed. Yo sólo le podía dar una cucharadita de suero cada diez minutos. Era angustioso verle sufrir. Para él, lo único bueno era beber. Tenía mucha sed. Era "lícito""justo" beber agua... y yo no se la podía dar. Hubiera sido peor, porque si tomaba más, vomitaba de nuevo y era retroceder. ¡Cuántas veces he pedido y "exigido" a Dios cosas que me han parecido justas y razonables y no me las ha dado!
Por aquel entonces me quedé en estado de Luli. A mi marido y a mí nos hacía mucha ilusión. A los cuatro meses de embarazo me diagnosticaron toxoplasmosis. Por lo visto, es una infección sin importancia, pero conlleva un peligro: que si se contrae en los tres primeros meses de embarazo o en los tres últimos, puede afectar gravemente al bebé. Así que me advirtieron que tenía la infección y que además era muy alta; y que, siendo así, lo más probable es que la niña tuviera un 96 por ciento de posibilidades de ceguera o de malformaciones de corazón; y si no, costras calcáreas en el cráneo...
Un grave problema de responsabilidad, ¿no?
Tremendo. Mi primera reacción fue: llorar. Después, me planteé: ¿Qué quiero para mis hijos? Que vayan al Cielo. Siempre digo: ¡sano y santo! Si falta lo primero, lo segundo estará garantizado. Así Dios arrancó de mí un fiat! y me devolvió la paz, no sin preocupación, pero sabiéndome en sus manos.
¿Qué pasó con la niña?
Mire, está ahí, en la foto. Nació y ¡gracias a Dios!, perfectamente sana. Pero Dios me dejó un recuerdo... Todo el mundo, al verla —y aún más ahora—, me dicen: ¡qué ojos tan bonitos tiene esta niña, ¡llaman la atención! Y es verdad, Luli tiene unos ojos grandes, negros, profundos, limpios... Segunda lección: "Dios no se deja ganar en generosidad". Me arrancó el  que tanto me costaba dar y luego me premió con creces.
¿Cómo sigue la historia? ¿Ganó usted en sensatez o en insensatez?
Pasaron 21 meses y Dios nos regaló otra niña: Elenita, gordita, alegre, simpática, dulce. Siempre con su sonrisa picarona... Comprendo perfectamente lo que dice André Frossard: «Dios sabe contar sólo hasta uno». Cada hijo es único. Se le quiere como es y se le quiere todo.
Y la gente, ¿qué le decía esta vez?
Comenzó a sentirse con derecho a reñirme, porque ya estaba saliéndome del "canon preestablecido" (la parejita). Una señora por la calle, al verme con los tres pequeños me advirtió sobre "lo mal que están los tiempos". Le dije: «A mí me da igual. Sólo sé que cada hijo es un beso de Dios y ya van tres besazos, señora...»
A los veinte meses nació María. Se llama así, a secas y celebramos su santo el día de Santa María, Madre de Dios, porque el día que me enteré de que estaba embarazada era el día de la Anunciación. Entonces viví un embarazo muy cerca de la Virgen María, pensando que Ella sentiría lo mismo que yo: sueño, cansancio, molestias..., cómo hablaría con el Niño Jesús, cómo haría sus pañales, cómo prepararía sus sábanas...
Tanto lo imaginé que cuando llegó el día de ir al hospital para que naciera María, Javier me reñía:«¿pero a dónde crees que vas? ¡Vas a un parto!». Me lo decía porque mi maleta la llené con disfraces, alas doradas y cosas así, porque tenía la ilusión de hacer la fotografía de un belén viviente. Mire, aquí está: Javier es San José; Luli, la Virgen María; Elena, un ángel; y María, el Niño Jesús. Nació el 18 de diciembre y tras el esfuerzo de Javier (padre) pudimos mandar a todos una tarjeta de Navidad con este motivo.
Alguna gente ya se puso más rabiosa contra mí. Un día, en el parque, una señora me preguntó lo de si yo sabía sobre la paternidad responsable. Yo no me considero nada, pero sí creo que lucho por ser coherente —que no es fácil— y responsable: intuyo la gran importancia de lo que Dios me da prestado.
Sé que hay que tener los pies en el suelo, y sé que a la vez hay que confiar mucho en Dios. Si El lo manda, El sabe más. Y desde luego sé que si me lo manda es porque me dará fuerzas para sacarlo adelante con alegría y salero, aunque implique esfuerzo.
A la señora del parque me gustaría pedirle perdón, porque mi respuesta no fue muy correcta. Me salió del alma un «¿se cree que soy imbécil?», con un tono un poco elevado. Pero me gustaría también hacerle reflexionar sobre si no ha confundido en su corazón el concepto de "paternidad responsable" con el de "comodidad irresponsable". Creo —y no quiero juzgar a nadie— que de esto mucha gente sabe mucho.
Quizá los índices de natalidad tengan alguna significación, en este sentido. Pero, no estamos aquí para juzgar a nadie. ¿Usted tiene una idea concreta del número ideal de hijos para un matrimonio normal?
No es cuestión de un número. Es hacer en cada momento la Voluntad de Dios, aceptarla, amarla, ponerla en práctica, la que sea. Sean uno, o tres, o quince, o ninguno. Se trata de saberse querido y guiado por Nuestro Padre y olvidarnos de lo demás.
Javier terminó unos estudios y le iban a destinar. Creímos oportuno pensar que sería bueno que la llegada de un nuevo bebé se distanciase hasta que estuviéramos instalados en "algún lugar". Pero Dios decidió otra cosa mejor. Comenté con Javier: «El hombre propone y Dios dispone. Cuanto más inoportuno y más inesperado, más de Dios será».
Una amiga mía a la que quiero mucho, me decía: «¿Pero tú estás colgada?». Yo le dije: «Imagínate que eres hija de un gran rey, riquísimo; y que supieras que cada hijo tuyo fuera a ser heredero de la totalidad de ese reino, sin importar el número de hijos que tuvieras. La herencia sería la misma para todos. ¿Tú pondrías trabas a tener esos reyes en potencia? Cada hijo que tengo es hijo de Dios, heredero del Cielo, heredero de aquello que "ni ojo vio, ni oído oyó". ¿Quién soy yo para decidir quién va o no va? No puedo ser tan mezquina. Algo de lo que yo anhelo disfrutar, ¿cómo se lo voy a negar a alguien que, encima, voy a querer con todo mi corazón?»
El problema del traslado y de la vivienda se solucionó mucho mejor de lo que esperábamos. Una vez más, lección: lección número mil. Desde el "después" es desde donde se entiende el "antes". Dios sabe más. Ya estamos instalados en una casa grande, con sitio para todos, todos juntitos, con la vida más organizada, etcétera. Con cinco niños ya he cumplido, ¿no? La ingrata de mí se iba dando mil razones para decir basta, es decir, no, a la pregunta que Dios había sembrado dentro de mí y de Javier: «¿y por qué no otro?». ¡Pobre Dios! Ya me creía algo y seguía siendo la misma rácana del principio. Pero El, con su infinita paciencia y bondad me hacía pensar: «Quiero ése».
Pero usted ¿cómo oye a Dios?
Como tanta gente que le oye: no con los oídos. El sabe decir las cosas; sólo hay que querer escucharle y pedírselo. Y aunque nos costaba, volvió a arrancar nuestro fiat!. Digo "nuestro"porque Javier y yo hemos hablado siempre de todo y compartido estos sentimientos.
Así que el nuevo bebé que está con nosotros es —igual que todos— hijo de Dios. Pero me parece que "éste" es especialmente querido por Dios: éste y no otro posible es el que quiere Dios. Así que no me equivoco si añado que este hijo no es sólo un besazo de Dios, sino —cómo decirlo— mucho más. Y esto me llena de gozo.
Lourdes se disculpa por —según dice— el "rollo que me está colocando". Pero no sé si hemos llegado aún al fondo de su concepto de "responsabilidad", y le pido que profundice un poco más en el asunto.
¿No le parece frustrante, después de hacer una carrera con tanto esfuerzo, de tener peticiones de centros de enseñanza para trabajar fuera de casa en su profesión, encerrarse con cinco o seis niños en casa?
Esto mismo me decía una amiga que estudia periodismo. La comprendí perfectamente, aunque no comparto del todo su opinión. También hablábamos de lo horriblemente difícil que está la vida para los matrimonios jóvenes. El problema de la casa es real. En muchas ocasiones son necesarios dos sueldos y uno se va en el alquiler del piso o pago de hipotecas...
Todo esto es verdad y es una injusticia tremenda porque coarta la libertad de las personas. Es un problema político que habría que solucionar, con ayudas concretas. Pero también es cierto que hay un clima de desprestigio del trabajo de una madre de familia en su casa. Nos llaman "marujas".
A mí me encanta mi carrera de Magisterio, que es vocacional al cien por cien. Disfruto dando clase y me encanta la idea de formar personas. No descarto la idea de trabajar en ello el día de mañana y procuro reciclarme, estar al día en la medida de mis posibilidades. Pero he renunciado por ahora al Magisterio y no sólo no me arrepiento sino que cada día soy más feliz con esta decisión.
¿Por qué no se valora el trabajo en casa? Porque no se gana un duro. Hoy, por desgracia, está extendida la idea de "tanto ganas, tanto vales". Y en casa, desde luego, de "duros", nada. Pero estoy en casa, en primer lugar, porque creo que los niños de 0 a 3 años necesitan imprescindiblemente de la compañía de mamá. Es el tiempo de formar su personalidad, su seguridad, su afectividad. ¿No estamos dispuestos a dejarnos la hijuela por el mejor colegio? Pues para esa edad, esto que hago es mejor que Oxford o Harvard.
En segundo lugar, creo que así hago —lo intento al menos— hogar, para que cuando lleguen del colegio o (mi marido) del trabajo, tengan alguien que les quiere con locura, para escucharles, ayudarles, estar con ellos. Solamente escuchando se detectan muchos problemas, la influencia de las amistades, se está más "al loro" y hoy en día es muy importante. Hay que andar con "los pies de plomo".
Siendo algo apasionante ayudar como profesora a la formación de los hijos de los demás, me parece que lo es muchísimo más, formar a tus propios hijos. Dan unas alegrías enormes. Javi, a los tres años, me dijo una vez: —Mamá, ¿a que cuando comulgas, el alma se pone blanca. —Sí. -¡También se pone amarilla!. —¿Amarilla? ¿por qué?. —Porque Jesús es Dios y Dios creó la luz. Entonces, cuando comulgas, el alma se pone amarilla de luz... Y a los 5 años: —Mamá, ¿cómo entró Jesús en el seno de la Virgen?. Yo empecé a pensar cómo se lo explicaba, pero se me adelantó: —Ya lo sé yo: entró Dios en el seno de la Virgen y dijo: ¡Ahora me convierto en Niño!
Anécdotas de este estilo me hacen pensar en mi responsabilidad en la formación de mis hijos. Yo no sé qué será de su vida, pero me hacen reflexionar: «¿Y si estoy educando un futuro sacerdote, ¡otro Cristo!?» Es mucha responsabilidad. Insisto, no sé qué será de él, pero en todo caso estoy formando la sociedad de mañana. Tengo la misión de formar "sal de la tierra""luz" y "levadura" del mundo. Y también tengo la responsabilidad de rezar, para que cuando ellos hagan uso de su libertad, haya siempre en sus labios un fiat! (¡hágase!) a la Voluntad de Dios. Es apasionante y sobrecogedor.
En resumen: ¿Cansancio?: todo. ¿Paciencia?: a veces me falta. ¿Felicidad?: TODA. ¿Por qué? Porque sé que soy hija de Dios y estoy donde debo estar. Porque me ayuda dándome "no sé qué". Tengo Esperanza, Ilusión, Alegría y Fe. ¿Qué más puedo querer? Ningún día es igual a otro, aunque parezca todo lo contrario. Pero, no se crea, así no he pensado desde el primer día. Ni siquiera depende de mí pensar así. Todo esto me lo va descubriendo Dios día a día.
Dejo al lector el juicio sobre este raro espécímen llamado Lourdes. ¿Se trata de un fruto tardío de anacronismos irreversibles o de una anticipación del futuro, realidad de lo posible? Por si acaso, advirtamos al eventual lector poco avisado, que rehuya a personas como ésta, no vaya a ser que nos contagie su Fe, su Esperanza, su Amor y, sin querer, pulvericemos los materialismos y hedonismos al uso y nos hallemos de pronto en el alba de una nueva Humanidad llena de la alegría de vivir.

martes, 24 de agosto de 2010

LAS OMISIONES

Las vírgenes fatuas conservaban la castidad, la gracia y la modestia para propia utilidad, pero no eran útiles a nadie. Por eso fueron arrojadas fuera. Así son los que no alivian el hambre de Cristo. Considera atentamente que ninguno de ellos es acusado por faltas privadas, fornicación, perjurio o cualquier otra cosa, sino únicamente por no haber sido útiles a los demás. Yo pregunto: ¿Es cristiano el que se conduce así? Si el fermento mezclado con la harina no la hace cambiar; ¿es verdadero fermento? Si el perfume no despide buen olor entre los circunstantes, ¿lo podremos llamar perfume?» (San Juan Crisóstomo).



-Es que yo no hago nada malo...
-Está bien, pero, ¿qué haces de bueno?

miércoles, 7 de abril de 2010

ENTRE EL AGOBIO Y EL ESTRÉS


Jaime Nubiola (www.almudi.org)


Entre el agobio y el estrés: Los tiempos que corren son para muchos un tiempo de agobios. No sólo se agobian quienes ostentan altas responsabilidades en los destinos de los países o en la compleja gestión de las grandes fusiones empresariales, sino que se agobia el tendero de la esquina, el chófer del autobús o la madre que acompaña a sus hijos al colegio.


Los estudiantes se agobian por los trabajos que han de presentar, pero también por la acumulación de fiestas, de mensajes en el móvil o de llamadas perdidas. Los jubilados se agobian, porque muchas veces ya no tienen nada que hacer y toman sobre sí las responsabilidades de sus hijos o de sus nietos.


De hecho, el “ando agobiado” o el “estoy agobiada” es una de las frases más recurrentes en la conversación ordinaria como expediente fácil para eludir las propias responsabilidades. Y también ocurre con frecuencia al recordar a alguien cuáles son sus deberes u obligaciones que se reciba como recurso exculpatorio un “Por favor, no me agobie”.


Hace unas pocas semanas asistía a un congreso en una hermosa ciudad andaluza. El autobús, que debía recogernos en el hotel para llevarnos por la mañana a la sede del congreso, llegó con media hora de retraso. Era un día lluvioso y con abundante tráfico y en una maniobra poco feliz el enorme espejo retrovisor del exterior del autocar golpeó con un poste y se rompió.


Hubo que parar para arreglar el desaguisado, mientras el conductor con fuerte voz y un marcado acento andaluz atribuía la causa de su impericia al “mardito eztré” al que —según él— la empresa le sometía. El estrés es el nuevo nombre del agobio.


Mientras “agobio” parece tener su origen en el “gibbus” latino, giba, que lleva a pensar que la persona agobiada es la persona cargada de espaldas, con el “stress” anglosajón se hace más bien referencia a la tensión o la presión que una determinada situación plantea.


Llamémosle “estrés” o “agobio”, se trata de un fenómeno fácilmente identificable y que casi siempre puede remediarse aplicando un poco de inteligencia. Quienes lo padecen piensan que su causa está en el exceso de actividades que tienen, pero, de ordinario, los problemas de agobio nacen realmente de la falta de atención.


Los “estresados” —como el chófer de mi autobús— se encuentran en ese estado de agitación que llamamos “estrés” por no haber prestado suficiente atención a la tarea que tenían entre manos. Más aún, si se observa con detenimiento se descubre fácilmente que quienes se lamentan de estar agobiados lo están, de ordinario, porque tienen su atención desparramada en varias actividades simultáneas, en lugar de concentrarse en una sola cosa.


Como si fuera lo único Es un notable error antropológico no advertir que si nuestra atención se dispersa en diversas tareas, incluso aunque sean placenteras o atractivas, los resultados son muchísimo más pobres que si atendemos a una actividad detrás de otra tratando de poner en cada una de ellas toda nuestra atención.


Los seres humanos no somos máquinas multitarea, sino que alcanzamos nuestra plenitud cuando atendemos a una sola persona o a una sola actividad que ocupa por completo nuestro horizonte vital en ese determinado momento.


Por ejemplo, quienes dedicamos nuestro trabajo a atender personas, a veces una detrás de otra y con un tiempo disponible limitado, hemos de tratar a cada una como si fuera la única del día, sin distraer nuestra imaginación con la persona a la que hemos de recibir después o con la actividad a la que al terminar la entrevista habremos de prestar atención.


Esto requiere disciplina de la imaginación. Con carácter más general, podemos advertir que muchas personas trabajan pensando en las vacaciones y están de vacaciones pensando en el trabajo: siempre tienen la imaginación en otro lugar distinto al lugar y la tarea en la que realmente están y eso hace que vivan con enorme insatisfacción la realidad cotidiana que tienen entre manos en cada momento.


Un grupo de flamenco clásico se llamaba “Hijos del agobio” y refleja bien ese nombre esta característica de nuestro estilo de vida actual. Muchos de nuestros conciudadanos viven agobiados —así nos lo repiten constantemente— y muchas veces no saben por qué. Creen que es por el exceso de obligaciones o por los atascos del tráfico, pero realmente la causa de su estrés no está en el exterior, sino en el interior: están agobiados porque les falta tiempo por dentro para vivir el presente y así poder disfrutarlo, haciendo una cosa detrás de otra, con paz y con una sonrisa.

sábado, 3 de abril de 2010

¿COMO VAS A RESPONDER TU?

ChurchForum.org

Este documento fue escrito hace ya varios años. Su autor, el P. Roger J. Landry fue ordenado sacerdote por la Diócesis de Fall River, MA, por el Obispo Sean O’Malley, OFM Cap., en 1999. Después de obtener la licenciatura de biología por la Universidad de Harvard, el P. Landry hizo sus estudio s para el sacerdocio en Maryland, Toronto, y durante varios años en Roma. Después de su ordenación sacerdotal, el Obispo O’Malley lo envió de regreso a Roma para concluir sus estudios de graduación en teología moral y bioética. Actualmente es vicario parroquial en la Parroquia del Espíritu Santo en Fall River, Massachusetts y capellán en la Escuela Secundaria Bishop Connolly.

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La nota de ocho columnas la semana pasada no se la llevó el patriótico desfile del Super Bowl ni quién sería el mariscal de campo, Drew o Tom, ni tampoco en el discurso del Presidente al Estado de la Unión y su comentario de que hay muchos operativos de Al-Qaeda en los Estados Unidos que constituyen verdaderas “bombas de tiempo”. Nada de esto fue la noticia principal.

Los encabezados fueron capturados por la muy triste noticia de que quizá hasta setenta sacerdotes en la Arquidiócesis de Boston abusaron de jóvenes a quienes estaban consagrados a servir. Es un escándalo mayúsculo, uno que muchas personas que durante largo tiempo han tenido aversión a la Iglesia a causa de alguna de sus enseñanzas morales o doctrinales lo están usando como pretexto para atacar a la Iglesia como un todo, tratando de implicar que después de todo ellos tenían razón.

Muchas personas se han acercado a mí para hablar del asunto. Muchas otras hubieran querido hacerlo, pero creo que por respeto y por no querer sacar a relucir lo que consideran malas noticias, se abstuvieron; pero para mí era obvio que estaba en su mente. Y por eso, hoy, quiero atacar el asunto de frente. Ustedes tienen derecho a ello. No podemos fingir como si no hubiera sucedido. Y yo quisiera discutir cuál debe ser nuestra respuesta como fieles católicos a este terrible escándalo.

Lo primero que necesitamos hacer, es entenderlo a la luz de nuestra fe en el Señor. Antes de elegir a sus primeros discípulos, Jesús subió a la montaña a orar toda la noche. En ese tiempo tenía muchos seguidores. Él habló a Su Padre en oración acerca de a quiénes elegiría para que fueran sus doce apóstoles, los doce que Él formaría íntimamente, los doce a quienes enviaría a predicar la Buena Nueva en Su nombre. Él les dio el poder de expulsar a los demonios. Les dio el poder para curar a los enfermos. Ellos vieron cómo Jesús obró incontables milagros. Ellos mismos obraron en Su nombre numerosos milagros.

Pero, a pesar de todo, uno de ellos fue un traidor. Uno, que había seguido al Señor, uno, a quien el Señor le lavó los pies, que lo vio caminar sobre las aguas, resucitar a personas de entre los muertos y perdonar a los pecadores, traicionó al Señor. El Evangelio nos dice que él permitió que Satanás entrara en él y luego vendió al Señor por treinta monedas en Getsemaní, simulando un acto de amor para entregarlo. “¡Judas!” le dijo Jesús en el huerto de Getsemaní, “con un beso entregas al Hijo del hombre” Jesús no eligió a Judas para que lo traicionara. Él lo eligió para que fuera como todos los demás. Pero Judas fue siempre libre y usó su libertad para permitir que Satanás entrara en él y, por su traición, terminó haciendo que Jesús fuera crucificado y ejecutado.

Así que desde los primeros doce que Jesús mismo eligió, uno fue un terrible traidor. A VECES LOS ELEGIDOS DE DIOS LO TRAICIONAN. Este es un hecho que debemos asumir. Es un hecho que la primera Iglesia asumió. Si el escándalo causado por Judas hubiera sido lo único en lo que los miembros de la primera Iglesia se hubieran centrado, la Iglesia habría estado acabada antes de comenzar a crecer. En vez de ello, la Iglesia reconoció que no se juzga algo por aquellos que no lo viven, sino por quienes sí lo viven.

En vez de centrarse en aquél que traicionó a Jesús, se centraron en los otros once, gracias a cuya labor, predicación, milagros y amor por Cristo, nosotros estamos aquí hoy. Es gracias a los otros once —todos los cuales, excepto San Juan, fueron martirizados por Cristo y por el Evangelio, por el cual estuvieron dispuestos a dar sus vidas para proclamarlo— que nosotros llegamos a escuchar la palabra salvífica de Dios, que recibimos los sacramentos de la vida eterna.

Hoy somos confrontados por esa misma realidad. Podemos centrarnos en aquellos que traicionaron al Señor, aquellos que abusaron en vez de amar a quienes estaban llamados a servir, o, como la primera Iglesia, podemos enfocarnos en los demás, en los que han permanecido fieles, esos sacerdotes que siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo y para servirlos a ustedes por amor. Los medios casi nunca prestan atención a los buenos “once”, aquellos a quienes Jesús escogió y que permanecieron fieles, que vivieron una vida de silenciosa santidad. Pero nosotros, la Iglesia, debemos ver el terrible escándalo que estamos atestiguando bajo una perspectiva auténtica y completa.

El escándalo desafortunadamente no es algo nuevo para la Iglesia. Hubo muchas épocas en su historia, cuando estuvo peor que ahora. La historia de la Iglesia es como la definición matemática del coseno, es decir, una curva oscilatoria con movimientos de péndulo, con bajas y altas a lo largo de los siglos. En cada una de esas épocas cuando la Iglesia llegó a su punto más bajo, Dios elevó a tremendos santos que llevaran a la Iglesia de regreso a su verdadera misión. Es casi como si en aquellos momentos de oscuridad, la Luz de Cristo brillará más intensamente. Yo quisiera centrarme un poco en un par de santos a quienes Dios hizo surgir en esos tiempos tan difíciles, porque su sabiduría realmente puede guiarnos durante este tiempo difícil.

San Francisco de Sales fue un santo a quien Dios hizo surgir justo después de la Reforma Protestante. La Reforma Protestante no brotó fundamentalmente por aspectos teológicos, por asuntos de fe —aunque las diferencias teológicas aparecieron después— sino por aspectos morales.

Había un sacerdote agustino, Martín Lutero, quien fue a Roma durante el papado más notorio de la historia, el del Papa Alejandro VI. Este Papa jamás enseño nada contra la fe —el Espíritu Santo lo evitó— pero fue simplemente un hombre malvado. Tuvo nueve hijos de seis diferentes concubinas. Llevo a cabo acciones contra aquellos que consideraba sus enemigos. Martín Lutero visitó Roma durante su papado y se preguntaba cómo Dios podía permitir que un hombre tan malvado fuera la cabeza visible de Su Iglesia. Regresó a Alemania y observo toda clase de problemas morales.

Los sacerdotes vivían abiertamente relaciones con mujeres. Algunos trataban de obtener ganancias vendiendo bienes espirituales. Privaba una inmoralidad terrible entre los laicos católicos. Él se escandalizó, como le hubiera ocurrido a cualquiera que amara a Dios, por esos abusos desenfrenados. Así que fundó su propia iglesia.

Eventualmente Dios hizo surgir a muchos santos que combatieran esta solución equivocada y trajeran de regreso a las personas a la Iglesia fundada por Cristo. San Francisco de Sales fue uno de ellos. Poniendo en riesgo su vida, recorrió Suiza, donde los calvinistas eran muy populares, predicando el Evangelio con verdad y amor. Muchas veces fue golpeado en su camino y dejado por muerto. Un día le preguntaron cuál era su postura con relación al escándalo que causaban tantos de sus hermanos sacerdotes. Lo que él dijo es tan importante para nosotros hoy como lo fue en aquel entonces para quienes lo escucharon. Él no se anduvo con rodeos.

Dijo: “Aquellos que cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalente espiritual a un asesinato, destruyendo la fe de otras personas en Dios con su pésimo ejemplo”. Pero al mismo tiempo advirtió a sus oyentes: “Pero yo estoy aquí entre ustedes hoy para evitarles un mal aún peor. Mientras que aquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que acogen el escándalo —los que permiten que los escándalos destruyan su fe— son culpables de suicidio espiritual. Son culpables, dijo él, de cortar de tajo su vida con Cristo, abandonando la fuente de vida en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía”. San Francisco de Sales anduvo entre la gente de Suiza tratando de prevenir que cometieran un suicidio espiritual a causa de los escándalos. Y yo estoy aquí hoy para predicarles lo mismo a ustedes.

¿Cuál debe ser entonces nuestra reacción? Otro gran santo que vivió en tiempos particularmente difíciles también puede ayudarnos. El gran San Francisco de Asís vivió alrededor del año 1200, que fue una época de inmoralidad terrible en Italia central. Los sacerdotes daban ejemplos espantosos. La inmoralidad de los laicos era aún peor. San Francisco mismo, siendo joven, había escandalizado a otros con su manera despreocupada de vivir. Pero eventualmente se convirtió al Señor, fundó a los Franciscanos, ayudó a Dios a reconstruir Su Iglesia y llegó a ser uno de los más grandes santos de todos los tiempos.

Una vez, uno de los hermanos de la Orden de Frailes Menores le hizo una pregunta. Este hermano era muy susceptible a los escándalos. “Hermano Francisco, le dijo, ¿qué harías tú si supieras que el sacerdote que está celebrando la Misa tiene tres concubinas a su lado?” Francisco, sin dudar un solo instante, le dijo muy despacio: “Cuando llegara la hora de la Sagrada Comunión, iría a recibir el Sagrado Cuerpo de mi Señor de las manos ungidas del sacerdote”.

¿A dónde quiso llegar Francisco? Él quiso dejar en claro una verdad formidable de la fe y un don extraordinario del Señor. Sin importar cuán pecador pueda ser un sacerdote, siempre y cuando tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia —en Misa, por ejemplo, cambiar el pan y el vino en la carne y la sangre de Cristo, o en la confesión, sin importar cuán pecador sea él en lo personal, perdonar los pecados del penitente— Cristo mismo actúa en los sacramentos a través de ese ministro.

Ya sea que el Papa Juan Pablo II celebre la Misa o que un sacerdote condenado a muerte por un crimen celebre la Misa, en ambos casos es Cristo mismo quien actúa y nos da Su cuerpo y Su sangre. Así que lo que Francisco estaba diciendo en respuesta a la pregunta de su hermano religioso al manifestarle que él recibiría el Sagrado Cuerpo de Su Señor de las manos ungidas del sacerdote, es que no iba a permitir que la maldad o inmoralidad del sacerdote lo llevaran a cometer suicidio espiritual.

Cristo puede seguir actuando y de hecho actúa incluso a través del más pecador de los sacerdotes. ¡Y gracias a Dios que lo hace! Y es que si siempre tuviéramos que depender de la santidad personal del sacerdote, estaríamos en graves problemas. Los sacerdotes son elegidos por Dios de entre los hombres y son tentados como cualquier ser humano y caen en pecado como cualquier ser humano. Pero Dios lo sabía desde el principio. Once de los primeros doce apóstoles se dispersaron cuando Cristo fue arrestado, pero regresaron; uno de los doce traicionó al Señor y tristemente nunca regresó. Dios ha hecho los sacramentos esencialmente “a prueba de los sacerdotes”, esto es, en términos de su santidad personal. No importa cuán santos estos sean o cuán malvados, siempre y cuando tengan la intención de hacer lo que hace la Iglesia, entonces actúa Cristo mismo, tal como actuó a través de Judas cuando Judas expulsó a los demonios y curó a los enfermos.

Así que, de nuevo, les pregunto: ¿Cuál debe ser la respuesta de la Iglesia a estos actos? Se ha hablado mucho al respecto en los medios. ¿Tiene la Iglesia que trabajar mejor, asegurándose que nadie con predisposición a la pedofilia sea ordenado? Absolutamente. Pero esto no sería suficiente.

¿Tiene la Iglesia que actuar mejor para tratar estos casos cuando sean reportados? La Iglesia ha cambiado su manera de abordar estos casos y hoy la situación es mucho mejor de lo que fue en los años ochenta, pero siempre puede ser perfeccionada. Pero aun esto no sería suficiente. ¿Tenemos que hacer más para apoyar a las víctimas de tales abusos? ¡Sí, tenemos que hacerlo, tanto por justicia como por amor! Pero ni siquiera esto es lo adecuado. El Cardenal Law ha hecho que la mayoría de los rectores de las escuelas de medicina en Boston trabajen en el establecimiento de un centro para la prevención del abuso en niños, que es algo que todos nosotros debemos apoyar. Pero ni siquiera esto es una respuesta suficiente.

¡La única respuesta adecuada a este terrible escándalo, la única respuesta auténticamente católica a este escándalo —como San Francisco de Asís reconoció en 1200, como San Francisco de Sales reconoció en 1600 e incontables otros santos han reconocido en cada siglo— es la SANTIDAD! ¡Toda crisis que enfrenta la Iglesia, toda crisis que el mundo enfrenta, es una crisis de santidad! La santidad es crucial, porque es el rostro auténtico de la Iglesia.

Siempre hay personas —un sacerdote se encuentra con ellas regularmente, ustedes probablemente conocen a varias de ellas también— que usan excusas para justificar por qué no practican su fe, porque lentamente están cometiendo suicidio espiritual. Puede ser porque una monja se portó mal con ellos cuando tenían 9 años. O porque no entienden las enseñanzas de la Iglesia sobre algún asunto particular. Indudablemente habrá muchas personas estos días —y ustedes probablemente se encontraran con ellas— que dirán: “¿Para qué practicar la fe, para qué ir a la Iglesia, si la Iglesia no puede ser verdadera, cuando los así llamados elegidos son capaces de hacer el tipo de cosas que hemos estado leyendo?” Este escándalo es como un perchero enorme donde algunos trataran de colgar su justificación para no practicar la fe. Por eso es que la santidad es tan importante.

Estas personas necesitan encontrar en todos nosotros una razón para tener fe, una razón para tener esperanza, una razón para responder con amor al amor del Señor. Las bienaventuranzas que leemos en el Evangelio de hoy son una receta para la santidad. Todos necesitamos vivirlas más. ¿Tienen que ser más santos los sacerdotes? Seguro que sí. ¿Tienen que ser más santos los religiosos y religiosas y dar un testimonio aun mayor de Dios y del Cielo? Absolutamente. Pero todas las personas en la Iglesia tienen que hacerlo, ¡incluyendo a los laicos! Todos tenemos la vocación de ser santos y esta crisis es un llamado para que despertemos.

Estos son tiempos duros para ser sacerdote hoy. Son tiempos duros para ser católicos hoy. Pero también son tiempos magníficos para ser un sacerdote hoy y tiempos magníficos para ser católicos hoy. Jesús dice en las bienaventuranzas que escuchamos hoy: “Bienaventurados serán cuando los injurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes”.

Yo he experimentado de primera mano esta bienaventuranza, al igual que otros sacerdotes que conozco. A principios de esta semana, cuando terminé de hacer ejercicio en un gimnasio local, salía yo del vestidor con mi traje negro de clérigo. Una madre, apenas me vió, inmediata y apresuradamente aparto a sus hijos del camino y los protegió de mí mientras yo pasaba. Me miró cuando pasé y cuando me había alejado lo suficiente, respiró aliviada y soltó a sus hijos. ¡Como si yo fuera a atacarlos a mitad de la tarde en un club deportivo!

Pero mientras que todos nosotros quizá tengamos que padecer tales insultos y falsedades por causa de Cristo, de hecho debemos regocijarnos. Es un tiempo fantástico para ser cristianos hoy, porque es un tiempo en el que Dios realmente necesita de nosotros para mostrar Su verdadero rostro. En tiempos pasados en Estados Unidos, la Iglesia era respetada. Los sacerdotes eran respetados. La Iglesia tenía reputación de santidad y bondad. Pero ya no es así.

Uno de los más grandes predicadores en la historia estadounidense, el Obispo Fulton J. Sheen, solía decir que él prefería vivir en tiempos en los que la Iglesia sufre en vez de florecer, cuando la Iglesia tiene que luchar, cuando la Iglesia tiene que ir contra la cultura. Esas épocas para que los verdaderos hombres y las verdaderas mujeres dieran un paso al frente y contaran. “Hasta los cadáveres pueden flotar corriente abajo”, solía decir, señalando que muchas personas salen adelante fácilmente cuando la Iglesia es respetada, “pero se necesita de verdaderos hombres, de verdaderas mujeres, para nadar contra la corriente”.

¡Qué cierto es esto! Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujer para mantenerse a flote y nadar contra la corriente que se mueve en oposición a la Iglesia. Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujer para reconocer que cuando se nada contra la corriente de las críticas, estamos más seguros que cuando permanecemos adheridos a la Roca sobre la que Cristo fundo su Iglesia. Este es uno de esos tiempos. Es uno de los grandes momentos para ser cristianos.

Algunas personas predicen que en esta región la Iglesia pasará tiempos difíciles y quizá sea así, pero la Iglesia sobrevivirá, porque el Señor se asegurará que sobreviva. Una de las más grandes réplicas en la historia sucedió justamente hace unos 200 años. El emperador francés Napoleón engullía con sus ejércitos a los países de Europa con la intención final de dominar totalmente el mundo. En aquel entonces dijo una vez al Cardenal Consalvi: “Voy a destruir su Iglesia” (“Je detruirai votre eglise!”) El Cardenal le contesto: “No, no podrá”. Napoleón, con sus 1,50 de altura, dijo otra vez: “Je detruirai votre eglise!” El Cardenal dijo confiado: “No, no podrá. ¡Ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo!”.

Si los malos papas, los sacerdotes infieles y miles de pecadores en la Iglesia no han tenido éxito en destruirla desde su interior —le estaba diciendo implícitamente al general, ¿cómo cree que Ud. va a poder hacerlo? El Cardenal apuntaba a una verdad crucial. Cristo nunca permitirá que Su Iglesia fracase. Él prometió que las puertas del infierno no prevalecerían sobre Su Iglesia, que la barca de Pedro, la Iglesia que navega en el tiempo hacia su puerto eterno en el cielo, nunca se volcará, no porque aquellos que van en ella no cometan todos los pecados posibles para hundirla, sino porque Cristo, que también está en la barca, nunca permitirá que esto suceda. Cristo sigue en la barca y Él nunca la abandonará.

La magnitud de este escándalo podría ser tal, que de ahora en adelante ustedes encuentren difícil confiar en los sacerdotes de la misma manera como lo hicieron en el pasado. Esto puede suceder y podría no ser tan malo. ¡Pero nunca pierdan la confianza en el Señor! ¡Es Su Iglesia! Aun cuando algunos de Sus elegidos lo hayan traicionado, Él llamará a otros que serán fieles, que los servirán a ustedes con el amor que merecen ser servidos, tal como ocurrió después de la muerte de Judas, cuando los once apóstoles se pusieron de acuerdo y permitieron que el Señor eligiera a alguien que tomara el lugar de Judas y escogieron al hombre que terminó siendo San Matías, quien proclamó fielmente el Evangelio hasta ser martirizado por él.

¡Este es un tiempo en el que todos nosotros necesitamos concentrarnos aún más en la santidad! ¡Estamos llamados a ser santos y cuánto necesita nuestra sociedad ver ese rostro hermoso y radiante de la Iglesia! Ustedes son parte de la solución, una parte crucial de la solución. Y cuando caminen al frente hoy para recibir de las manos ungidas de este sacerdote el Sagrado Cuerpo del Señor, pídanle a Él que los llene de un deseo real de santidad, un deseo real de mostrar Su auténtico rostro.

Una de las razones por las que yo estoy aquí como sacerdote para ustedes hoy es porque siendo joven, me impresionaron negativamente algunos de los sacerdotes que conocí. Los veía celebrar la Misa y casi sin reverencia alguna dejaban caer el Cuerpo del Señor en la patena, como si tuvieran en sus manos algo de poco valor en vez de al Creador y Salvador de todos, en vez de a MI Creador y Salvador. Recuerdo haberle dicho al Señor, reiterando mi deseo de ser sacerdote: “¡Señor, por favor, déjame ser sacerdote para que pueda tratarte como Tú mereces!” Eso me dio un ardiente deseo de servir al Señor.

Quizá este escándalo les permita a ustedes hacer lo mismo. Este escándalo puede ser algo que los conduzca por el camino del suicidio espiritual o algo que los inspire a decir, finalmente, “Quiero ser santo, para que yo y la Iglesia podamos glorificar tu nombre como Tú lo mereces, para que otros puedan encontrarte en el amor y la salvación que yo te he encontrado”. Jesús está con nosotros, como lo prometió, hasta el final de los tiempos. Él sigue en la barca.

Tal como a partir de la traición de Judas, Él alcanzó la más grande victoria en la historia del mundo, nuestra salvación por medio de Su Pasión, muerte y Resurrección, también a través de este episodio Él puede traer y quiere traer un nuevo renacimiento de la santidad, para lanzar unos nuevos Hechos de los Apóstoles en el siglo XXI, con cada uno de nosotros —y esto te incluye a TI— jugando un papel estelar. Ahora es el tiempo para que los verdaderos hombres y mujeres de la Iglesia se pongan de pie. Ahora es el tiempo de los santos. ¿Cómo vas a responder tú?