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jueves, 30 de julio de 2009

PARA PENSAR POR LIBRE 3

Por D. Enrique Monasterio



Elenco de idólatras


Desde esta perspectiva, y en sentido amplio, cualquier pecado es una forma de idolatría, ya que el no al Señor, que toda ofensa grave comporta, es necesariamente un sí a algo creado, a algún que otro becerro incompatible con el amor a Dios.

Esto es lo que viene a decir San Pablo. El Apóstol contempla el mundo romano con sus enormes contrastes: sus logros en el orden material e intelectual y sus miserias morales. Y escribe: ...conocían a Dios, pero no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se ofuscaron en sus vanos razonamientos y se oscureció su insensato corazón. Presumiendo de sabios, se hicieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen semejante a la del hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Estos eran, por lo visto, los ídolos de moda. Pero entonces como ahora, también había otros fetiches a quienes se adoraba con la misma estúpida unción: el sexo, el poder, el dinero, el prestigio... A lo mejor piensan que exagero, que nadie considera "dioses" a estas cosas. Es cierto; pero hemos quedado en que tampoco los judíos del Sinaí creían en serio en la divinidad de su becerro. En todo caso, permitanme que continúe exagerando un poco. Luego se lo piensan, y quizá alguno me dé la razón.



Idolatrías de moda
San Pablo decía que "presumiendo de sabios, se hicieron estúpidos". El fenómeno de idiotización continúa. La huida de Dios sigue afectando a la inteligencia humana. He aquí algunos ejemplos:




*Los adoradores del sexo (podríamos llamarlos “sexólatras”). No me refiero sólo a los adictos, que bastante desgracia tienen, y a la enorme tropa de obsesos que nos rodea. Hablo más bien de esos otros que, para disimular sus complejos, engolan la voz, se calan las gafas, inventan una jerga más o menos críptica, y pretenden convertir el sexo o, mejor dicho, el placer genital, (que el sexo es mucho más grande) en ciencia, en arte, en mística, en expresión máxima de felicidad, en símbolo de liberación y en aspiración suprema del hombre. Están de psiquiatra. Me pregunto si sabrán pensar en otra cosa.





*Los componentes de las tribus racistas. Ya los conocéis: van por la vida enseñando músculo y marcando el paso. Su ídolo predilecto suele ser el espejo; se transponen ante el azul de unos ojos y ante una melena rubia. Pero son buenos chicos: ladran en tres idiomas, y hacen mucho deporte; sobre todo, defensa personal y leña al negro.



*Los idólatras del dinero. ¡Es sagrado!, aseguran. Y, por el, pierden la salud, la dignidad y el tiempo. Del trabajo, sólo les importa el sueldo, no el servicio que puedan prestar a los demás. Ricos o pobres, sólo tienen un tema de conversación: el billete. Su corazón está bien acorazado, y emite el sonido inconfundible de una calculadora.



*Y podríamos seguir con los adoradores del poder, que viven, sufren, se despedazan y mueren por el gustirrinín del mando;


*los coleccionistas de placeres, gastrónomos de todas las sensaciones, que entran en éxtasis ante un vino super reserva 1960 del Marqués de Gruñón, y en el fondo son sólo unos pobres cursis... Y así sucesivamente.



Ídolos de tercera.
Sigamos bajando de nivel, y exageremos un poco más. Por supuesto, no quiero decir que los que a continuación enumero caigan, de verdad, en el pecado de idolatría. Pero reconozcamos al menos que el fenómeno es parecido:
*los teleadictos, permanentemente disecados ante la pantalla con el mando a distancia en sus manos, que es el símbolo del poder en el hogar. Llegará el día en que, al pasar por delante de la tele, harán genuflexión.

*los histéricos del rock, que, para expresar su entusiasmo en un concierto, o simplemente ante la presencia del cantante de turno, chillan como jabalíes malheridos, se muerden los puños, cierran los ojos con pasión y sufren espasmos musculares de carácter epiléptico.
*los ultras del Madrid, del Athletic, del Barça, del Rayo o del Trueno, que utilizan el deporte como escurridero de todas sus bajezas, y adoran a su equipo sólo la mitad de lo que odian al contrario.
*Y por último, los adoradores del motor de explosión, que merecerían un capítulo aparte, porque son multitud. Es más, me temo que todos estemos contagiados por la epidemia. ¡El coche! Este es el gran ídolo, un fascinante becerro de chapa y pintura, con cilindros y tubo de escape, y con algunas cosas más que casi nadie entiende, pero que los vendedores describen con acariciadores y misteriosos términos.

¡El coche! Los anuncios de la tele lo hacen nacer como a un dios pagano: en el cráter de un volcán, mientras suenan los primeros acordes de "Así habló Zaratustra", que siempre ha sido un fondo musical la mar de resultón. Inmediatamente una voz profunda y grave lo califica de “salvaje, poderoso, bestia llena de belleza, agresivo, veloz como el huracán y suave como la brisa". A continuación vemos cómo la divina máquina sobrevuela una multitud de fieles adoradores que aplauden furiosamente Y cuando termina la publicidad y empieza, lo de siempre, un concurso, aplaudiremos también nosotros llenos de entusiasmo al comprobar que a la pareja de turno les ha correspondido..., ¡este coooche! Y saltan, se abrazan, lloran de entusiasmo; y él (casi siempre él) penetra en el sancta sanctorum, agarra los mandos, Y siente la emoción de incorporar a su cuerpo un esqueleto externo de 160 caballos, con airbag, cierre centralizado, frenos de disco, aire acondicionado y llantas de aluminio. A partir de ese momento, el feliz propietario no hablará de la máquina como de un objeto más, sino que la incorporará a su organismo como se incorpora una prótesis dental, un marcapasos o un implante de cabello. Las averías del vehículo serán lesiones o enfermedades propias. Su mecánico será tan importante como su médico de cabecera. Y le dirá:Doctor, me patina el clutch, me rasca la tercera, me han abollado una lodera. ¿Habrá que operar? Empleará la bocina como una nueva laringe para avisar, reñir, quejarse, protestar, saludar o cantar. Gruñirá detenido ante el semáforo en rojo accionando el pedal del acelerador, para impresionar con el carraspeo de sus cuatro cilindros en línea; hará guiños con los faros..., se declarará a su novia desplegando las mil habilidades de la computadora de a bordo. Y cuando alguien se atreva a rozar su cáscara metalizada, se deprimirá o montará en cólera, como si le estuviesen arrancando el pellejo a tiras.
Francamente, si los adoradores del becerro levantaran la cabeza, seguro que dirían que lo suyo no fue tan grave.

martes, 28 de julio de 2009

PARA PENSAR POR LIBRE 2 (Por D. Enrique Monasterio)


¿QUE DICE LA FE?

(El jueves pasado hablabamos de las supersticiones)


La fe, paradójicamente, nos dice que hemos de ser mucho más incrédulos que esos agnósticos. “No habrá para ti otros dioses delante de mí”, enseña la Sagrada Escritura. Hay que creer en Dios y sólo en Dios. Sólo el Señor es objeto de fe, de esperanza, de amor y de adoración.


Creer ‘’demasiado” (en demasiadas cosas) es tan ofensivo para Dios como abandonar la fe. Ser supersticioso “por si acaso” es tan tonto como no serlo “porque trae mala suerte”.


Al llegar a este punto, sólo me queda hacer un elenco de pecados, tan antiguos como el hombre, pero que vuelven con ímpetu renovado y empiezan a sonar a nuevo. No tendré más remedio que hablar de ellos, aunque sea un poco:

La idolatría. ¿Os acordáis la historia del becerro de oro? Hablaremos de otros becerros y de algunos borregos.

El espiritismo, ese extraño juego que inventaron hace un siglo las hermanas Fox, y que ha contribuido a fomentar la histeria entre la población civil.

El satanismo, con todas sus secuelas aun más peligrosas, porque el demonio existe, aunque no se dedique a meter miedo a los niños ni a hacer numeritos pirotécnicos con efectos especiales.

La magia (y, por supuesto, no me refiero a la de Tamariz).

la superstición en general: la epidemia de los amuletos; los gafes, etc.


Estoy seguro de que, para la mayoría de ustedes, todo esto os suena un poco a broma. Y me alegro. La fe contribuye muy eficazmente a conservar el equilibrio mental y a no perder el sentido común. Por el contrario, alejarse de Dios lleva con frecuencia a adoptar ritos, creencias, y manías (a lo mejor sólo son eso, manías), que en el mejor de los casos dan risa.


Por eso, hacer apostolado, recristianizar el ambiente es también ir atornillando cabezas a nuestro alrededor; y, aunque quizá no tenga mucha importancia, olvidarse del zodíaco y de sus signos, descolgar la herradura de la puerta y ponérsela en los borceguíes a algún que otro supersticioso, tirar la pata de conejo, y, en lugar de llevar al cuello un colmillo de gorila, ponerse una medalla escapulario, que es infinitamente más útil.


Y si te pasa como a Nacho, que una niña te dice eso de ‘’yo soy Escorpio, ¿y tú?” Le contestas: “Yo, Felipe “.

Dioses, becerros y borregos
Me lo contó hace años don Justo Luis que, además de sacerdote, es pintor, filósofo, escritor, poeta y muchas cosas más, y acababa de regresar de Roma con un grupo de estudiantes valencianos; estuvimos en el Campidoglio... comenzó desolado. Imagínate: la plaza más perfecta del mundo. Empecé a explicársela..., y ya llevaba hablando un buen rato cuando volví la cabeza un segundo para ver si mis palabras encontraban eco en los chavales. Estaba solo: los que me acompañaban se habían quedado atrás y rodeaban a una potente moto japonesa al pie de la escalinata...Justo parecía verdaderamente abatido. Y más cuando vio que yo me lo tomaba a broma. No sé de qué te ríes. Bajé indignado a buscarlos, y uno, al verme, me dijo “¡don Justo, fíjese qué moto más bestial!” No creo que Moisés se sintiera peor que yo cuando descendió del Sinaí con las Tablas de la Ley y se encontró a su pueblo adorando al becerro de oro. ¡Hombre, Justo, tampoco te pases...!


Pero regresando al tema; ocurre, sin embargo, que el hombre necesita de Dios. Lo busca siempre, incluso sin saberlo, con todo su ser, porque hemos sido pensados para amar en serio, es decir, para entregarnos. "La monedica del alma, escribió Machado, se pierde si no se da. ¿Y quién sino Dios es digno de recibir esa moneda, entera y para siempre? Ese sometimiento pleno es lo que llamamos adoración. Y es, más que un deber, una exigencia de la naturaleza creada. De ahí que, cuando el hombre no encuentra o rechaza al Dios verdadero, único ser adorable, se busque un sucedáneo, un sustituto, un ídolo.

jueves, 23 de julio de 2009

JUEVES PARA PENSAR POR LIBRE 1 (Por D. Enrique Monasterio)

A partir de hoy, y mientras me dure el libro, publicaré cada martes y jueves un capítulo del libro de D. Enrique Monasterio "PENSAR POR LIBRE". ¿Por qué? Pues porque me parece que es un verdadero tesoro, y no puedo menos que compartirlo. Creo que nos puede ayudar poner el coco en cosas importantes, y como dice D. Enrique "a sonreir un poco, que es saludable ejercicio".



SUPERSTICIONES A LA CARTA



Hoy más que nunca siento la tentación de tomarme a broma uno de los fenómenos más serios y significativos de esta época paradójica y un poco esquizofrénica que nos ha tocado vivir: la epidemia de supersticiones que nos invade, y la extraña fauna de personajes que comercian con la creciente credulidad del personal: adivinos, futurólogos, espiritistas, parapsicólogos, astrólogos, tecnoexorcistas, videntes, mediums, brujos, brujas, mesías, curanderos, sanadores, echadores de cartas, invocadores, de diablos, fantasmas, fantasmones, cazafantasmas, magos, rastreadores de ovnis, quiromantes.., y consumidores histéricos de todas clases, que alimentan a los anteriores con admirable generosidad.

La epidemia alcanza también a las librerías, a la radio, al cine, a la televisión, al mundo de la política y de la música. Y está tan extendida que me va a resultar imposible siquiera describirla en este breve espacio. Piensen, por ejemplo, en el crecimiento espectacular de la literatura esotérica que llena los estantes de los grandes almacenes. Me refiero a esos libros en los que se mezclan ingredientes tan heterogéneos como el fenómeno ovni, la Biblia, las pseudoprofecías más de moda, la posición de los astros, los templarios, la parapsicología, el péndulo de la señorita Pepis y el huevo de Colón.

El cóctel, sabiamente agitado, produce una extraña fascinación entre determinada clientela. Y lo que llaman “literatura fantástica” renta, en verdad, fantásticos beneficios a sus editores.

Los más graciosos de todos son los que adoptan aires doctorales y jergas pseudocientíficas, que ni ellos mismos entienden, para dar a sus memeces un aire aún más misterioso y arcano. Y es que la vieja terminología esotérica ya no impresiona a nadie. ¿Quién va a creer en duendes, en fantasmas, en brujas y espectros a estas alturas del siglo XX? ¡Por favor, seamos modernos!, clamaba Benigno Ramírez (alias Guasintón), Master en Ciencias Ocultas y Dietas Alternativas, por la Universidad Libre de Maracañí, en su tradicional alocución a los diplomados de la academia. No hablemos de profetas, sino de futurólogos. No digamos espíritus malignos, sino energías negativas. Nada de voces de ultratumba: ¡psicofonías!, eso es lo que son. Y además, las grabamos en magnetofón y las vendemos en la sección de empanadas del hipermercado.

No es broma, no. En la radio, que según dicen es el medio que goza de mayor credibilidad, son contadísimos los minutos a la semana que algunas emisoras sólo algunas dedican a la información o a la formación religiosa o doctrinal. Pero en cambio hay infinidad de espacios destinados a consultas astrológicas, al tarot, a las últimas novedades del horóscopo, etc. Por un precio verdaderamente módico, un profeta con gafas y pijama floreado lo mismo te elabora una carta astral para colgarla en el salón-comedor, que te interpreta el último sueño que hayas tenido por culpa de aquella carne mal digerida. Y lo más sorprendente del caso es que, a la vera del profeta, hay un profesional de la emisora, un informador, que aguanta impávido la marea de estupideces, e incluso interroga respetuosamente al hechicero de turno con tanta seriedad y unción como si se tratara del Oráculo de Delfos reencarnado.

¿Como se ha llegado a esta situación? ¿Es sólo un fenómeno sin importancia, un juego más o menos de moda que pasará igual que vino? Me temo que no. No cabe duda de que el agnosticismo, el relativismo y el escepticismo en general han desprestigiado a la inteligencia. Los consabidos tópicos de “nadie está en posesión de la verdad”, “cada uno tiene la suya”, “lo importante es creer en algo”, "la verdad absoluta no existe", etc. convierten a la inteligencia humana en una potencia frustrada, incapaz de alcanzar nada permanente.

Dios queda muy lejos, tanto que, aunque exista, no podemos conocerlo ni pensar en Él. Todo lo que digamos sobre su naturaleza será falso, porque el entendimiento humano no está capacitado para tamaña empresa.

Así razonan los agnósticos: según ellos, Dios nos ha dado la cabeza sólo para ponernos la boina, y la inteligencia para ser ingeniosos, para hacer esgrima mental, para resolver crucigramas, y para no aspirar a mucho más. Pero el hombre no se conforma con este planteamiento. Es imposible encorsetar su espíritu, ponerle diques o encerrarlo en un estuche para que no moleste.

El materialismo no es humano. Todos sabemos que somos mucho más que materia; soñamos con la eternidad; aspiramos a ser felices no sólo a pasárnoslo bien, y seguimos buscando el Amor con mayúscula, y la Verdad y la Vida también con mayúsculas. Por eso, cuando se le niega al espíritu esa posibilidad, anestesiando sus necesarias aspiraciones, busca una salida. Y si la razón no le sirve, recurrirá a la magia o a la superstición. Cualquier cosa, incluso lo irracional, con tal de no renunciar a ser lo que es.

Como ven el asunto es serio, y por tanto vale la pena tomárselo a broma: hay que empezar a poner en ridículo a esos vividores que sonríen escépticos cuando se habla de Dios, de los santos, de los ángeles o de los demonios (que también existen), Y van por ahí adivinando destinos, consultando a las estrellas, echando conjuros o curando el mal de ojo como en los mejores tiempos de Camelot y del Mago Merlín.