Se supone que es para que nos purifiquemos y para que nos acerquemos a Él, para que recemos más, para que nos abandonemos en sus manos de Padre, y confiemos en que Él nos arreglará el problema mejor de lo que soñamos...
Cuando se está pasando dificultades, es difícil ponerse en manos de Dios, a pesar de que es cuando más lo necesitamos, pero la realidad es que Jesús no nos dijo: "Sean sanos como yo soy sano", ni "Sean exitosos, o millonarios o poderosos..." Jesús dijo: "Sean Santos, como yo soy Santo".
La riqueza ni la salud tienen nada que ver con la santidad, si se tienen, bendito sea Dios, y si no se tienen: bendito sea Dios, de cualquier manera se puede y se debe ser santos, llegar al cielo, en donde ya no habrá ningún sufrimiento de ninguna clase.
Dios nos concede el sufrimiento para acercarnos a El, para participar con su Hijo de la Cruz. Ya le decía Santa Teresa: "Si así tratas a tus amigos, con razón tienes tan pocos..."
Esto no significa que no debamos seguir pidiendo, al contrario, a Dios le gusta que le pidamos, y de grandes males saca grandes bienes. Así que ¡a rezar! como niños pequeños, pidiendo lo que queremos, lo que necesitamos.
Concédeme Señor,
Serenidad,
para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
Valor,
para cambiar las que puedo, y
Sabiduría,
para reconocer la diferencia.
Esta oración de de AA, pero se puede aplicar a todo en la vida.