viernes, 27 de febrero de 2009

LA MUJER INVISIBLE

Esto ya me lo había mandado Sandy hace un tiempo, y ahora me lo mandó en un video que se puede ver AQUI.

Hoy lo pongo, pobremente traducido al español, y lo dedico a todas mis amiguitas, que aveces nos sentimos invisibles. Para que estemos seguras de que este Trabajo, esta profesión de mamá y esposa, tiene mejores recompensas que las que nos inmaginamos.

Comenzó a suceder gradualmente. Yo entraba en un cuarto y decía algo, y nadie se daba cuenta. Decía “¿puedes bajarle volumen a la tele?” y nada sucedía. Así que lo repetía más fuerte “¿PUEDES BAJARLE EL VOLÚMEN A LA TELE?” y nada….. Finalmente, tenía que ir yo misma y bajarle volumen a la tele.

Luego, comenzó a pasar en otros lados. Una noche habíamos estado mi esposo y yo en una reunión por espacio de unas tres horas, y yo ya estaba lista para regresar a casa. Me pare junto a mi marido, que estaba conversando con un compañero de la oficina, y él siguió hablando, no notó mi presencia….

Allí fue cuando me percaté de la situación…. ¡No me ve! ¡SOY INVISIBLE!

Luego, comencé a notarlo más y más. Llegaba al colego con mi hijo, y su maestro le preguntó, “Jay, ¿quién viene contigo?”, mi hijo contestó “nadie”. De acuerdo, sólo tiene 5 años, pero, ¿nadie?

Una noche, un grupo de amigas celebrabamos el regreso de una de nosotras de un viaje por Europa. Janice había hecho este fabuloso viaje, y nos estaba contando de los maravillosos lugares y lujosos hoteles en los que había estado.

Comencé a ver a las otras mujeres que estaban allí sentadas. Yo me había maquillado rápidamente en el carro, llevaba un vestido viejo porque era lo mejor que tenía limpio y planchado, no me había dado tiempo de arreglarme más, así que llevaba mi pelo agarrado con una “banana”, y me sentía bastante patética.

De repente mi amiga Janice me dio un libro que había traído para mi como regalo del viaje. Era un libro con fotografías de las grandes catedrales de Europa. Al principio no entendí el regalo. Cuando abrí la primera página del libro, se leía una dedicatoria que decía así:

“con admiración por la grandeza de lo que estás construyendo cuando nadie ve”

No es posible nombrar a las personas que construyeron las grandes catedrales de Europa. Uno busca entre todas las fotos de estas impresionantes obras, y sólo se puede leer: CONSTRUCTORES: DESCONOCDOS. Completaron estas obras, sin saber si alguien, algún día sabría que ellos las construyeron.

Cuentan que un obrero estaba tallando con gran dedicación unas vigas que luego serían cubiertas por el techo, y alguien le dijo: “¿para que te esfuerzas tanto, y gastas tanto tiempo en eso que nadie va a ver?” Y el obrero contestó: “Dios lo ve”.

Estos obreros confiaban en que Dios vería su trabajo. Dieron toda su vida por un trabajo, un majestuoso trabajo, que nunca verían terminado. Muchas de estas catedrales tomaron más de 100 años en ser construidas, eso es mucho más que la vida laboral útil de un obrero. Se presentaban a trabajar un día si, y otro también. Hicieron muchos sacrificios por los que no recibirían ningún crédito. Llegaban a trabajar a una obra que no verían terminada, construyendo un edificio en el que nunca aparecería su nombre.

Dicen que catedrales como estas no serán construidas nunca más, porque ya no hay suficientes personas dispuestas a hacer este tipo de sacrificios.

Cerré el libro, y fue como si Dios me dijera: “YO te veo, no eres invisible para mi. No hay ningún sacrificio tan pequeño que yo no lo vea. Veo cada pastelito horneado, cada botón, cada ruedo, y sonrío con cada puntada. Veo cada lágrima de desilusión cuando las cosas no salen como esperabas, pero recuerda estás construyendo una Gran Catedral, probablemente no la verás terminada, ,y tristemente, no vas a poder vivir en ella, pero si la construyes bien, yo sí viviré allí.”

A veces mi invisibilidad se siente como un terrible peso, pero no es una enfermedad que esté borrando mi vida, sino la cura para la enfermedad de mi egoísmo, es la manera en que puedo mantener bajo control mi propio orgullo.

Está bien que no me vean, está bien que no se den cuenta.

Cuando mis hijos sean mayores, y traigan amigos a casa, no quiero que les digan: “No vas a creer lo que hace mi mamá, se levanta a las 4 am, cocina, plancha los manteles, limpia la casa…” aunque en realidad yo haga todo eso y más. No quiero que hablen de lo que hago, quiero que QUIERAN venir a casa, y que les digan a sus amigos: “ te va a encantar mi casa”.

Está bien que no vean, no trabajamos para ellos, trabajamos para El, nos sacrificamos para El.
Ellos tal vez nunca verán todo lo que hacemos, o si lo hacemos bien. Pero podemos rezar y estar seguras, de que con nuestro trabajo invisible estamos construyendo un GRAN MONUMENTO para honra y gloria de un Dios que lo ve todo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó!! gracias

Anónimo dijo...

Si bien es cierto el orgullo y la vanidad impera en todos nosotros. Siempre queremos ser aplaudidos y alabados en todo lo que hacemos.
Que lindo artículo, nos hace darnos cuenta, una vez más, que todo lo que hagamos debe ser CARA A DIOS y no a los hombres y, cuando metamos las patas, que casi siempre sucede, Y AHÍ si ,NO SOMOS INVISIBLES, lo ofrecemos y tranquilamente las sacamos, arreglamos el asunto y listo, como si nada.

Anónimo dijo...

Es increíble pero eso sucede tantas veces... recorde al leer esto. Las ocasiones que me he super arreglado para que mi esposo me exclame una frase bonita, pero sencillamente lo pasa por alto. Y también cuando a último momento mis chicos llegan con que deben hacer un disfraz y no pego los ojos en toda la noche con tal que lo lleven al otro día. Claro siempre uno tiene ese aliento extra para darse porras y ánimo asi mismo... y sin dudarlo como madres y esposas volveremos a dar todo por ellos siempre.

Luis y Mª Jesús dijo...

Acabo de leerlo ahora ¡que preciosidad!. Quiero aprender de esta mujer a ser invisible. En el trabajo se me ve demasiado, pero tiene que ser así, cuando salgo procuro perder un poco en cada paso del "imperium" con el que en ocasiones estoy recubierta. Me cuesta, pero lo cierto es que disfruto cuando en casa descubro que soy "la cenicienta",.
Una gran enseñanza.
Gracias
Un beso
María Jesús