viernes, 20 de marzo de 2009

VIVIR CON MENOS, EL "DOWNSHIFTING"



A mediados del año pasado me propuse quedarme con 100 cosas de uso personal hasta el 19 de septiembre, día de mi cumpleaños. Desde entonces, y al dejar de tener este propósito he vuelto con cierta sorpresa a comprobar como mis cosas van poco a poco aumentando con multitud de elementos de utilidad más que dudosa, y que he ido adquiriendo sin apenas necesidad. Quizá en su momento parecía muy necesario.

Otro ejemplo, nos parece, que cualquier máquina que reduzca un poco el esfuerzo físico resulta enseguida indispensable. Tomamos el ascensor para subir o bajar uno o dos pisos, o el coche para recorrer sólo unos cientos de metros, y, al mismo tiempo, con frecuencia nos proponemos hacer un poco más de ejercicio o practicar todas las semanas un rato de deporte.

Otro ejemplo, para estar a gusto en casa, ¿es necesario pasar a 25 grados en invierno, y el verano a 18? ¿En cuantas casas hay casi que estar en camiseta en pleno invierno, o abrir las ventanas, porque hace un calor sofocante? ¿Y no hemos pasado muchas veces frío, o incluso cogido un buen catarro, a causa de los rigores del aire acondicionado de una cafetería, un salón de actos o un avión?

La idea de consumir con un poco más de sensatez y de cabeza, de llevar un estilo de vida un poco más sencillo, o, en definitiva, de vivir mejor con menos, es una idea que por fortuna se está popularizando en la cultura norteamericana con el nombre de downshifting (podría traducirse como desacelerar o simplificar). Partiendo del principio de que el dinero nunca podrá llenar las necesidades afectivas, y de que una vida lograda viene dada más por la calidad de nuestra relación con los demás que por las cosas que poseemos o podamos poseer, esta corriente no trata sólo de reducir el consumo, sino sobre todo de profundizar en nuestra relación con las cosas para descubrir maneras mejores de disfrutar de la vida.

La crisis económica actual puede abrirnos los ojos acerca de la tiranía de las compras a plazos, las hipotecas y la ansiedad por lograr un nivel de vida mayor, muchos hombres y mujeres empiezan a preguntarse si su calidad de vida no mejoraría renunciando a la fiebre del ganar más y más, y procurando en cambio centrarse en gastar un poco menos, o mejor dicho, en gastar mejor.

Esta tendencia del downshifting, que se está extendiendo también poco a poco por Europa, incluye también la idea de alargar la vida útil de las cosas, procurar reciclarlas, buscar fórmulas prácticas para compartir el uso de algunas de ellas con parientes o vecinos, etc. En todo caso, hay siempre un punto común: el dinero no garantiza la calidad de vida tan fácilmente como se pensaba.

En busca de un nuevo concepto de austeridad, los promotores de este estilo de vida buscaron el modo de renunciar a caprichos y gastos superfluos hasta reducir sus gastos en un veinte por ciento.

“Lo primero que hay que hacer —suele afirmar Vicki Robin, uno de sus más cualificados representantes— es averiguar el grado de satisfacción que nos producen las cosas, para distinguir una ilusión pasajera de la verdadera satisfacción. Con esta fórmula cada uno puede detectar los valores que le proporcionan bienestar y descubrir de qué puede prescindir, y así alcanzar paso a paso un nuevo equilibrio vital más satisfactorio.”

Por ejemplo, en la educación o la vida familiar, es frecuente que los padres, debido a la falta de tiempo para la atención afectiva de sus hijos, cada vez les compren más cosas, motivados a veces por un cierto sentimiento de culpabilidad… Toth decía que son muchos los talentos que se pierden por la falta de recursos, pero muchos más los que se pierden en la blanda comodidad de la abundancia.

No son pocos los padres que, de tanto trabajar hasta la extenuación y reducir el número de hijos para poder así gastar más y más en ellos, hacen que ese dinero mal empleado acabe por estropearlos… Conseguir que los hijos sepan lo que cuesta ganar el dinero y sepan administrarlo bien. Que no acabe sucediendo aquello de que saben el precio de todo pero no conocen el valor de nada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Andrea, quiero felicitarte por este artículo tan enriquecedor, sobre todo, en estos tiempos en el que nos está tocando a la mayoría, ver el verdadero valor de las cosas, o más bien qué cosas son las que tienen verdadero valor. Hasta ahora, todos tus artículos que he leído , me han dejado una gran enseñanza. Ojalá que los estés recoplilando y un día formés un libro con estos temas tan interesantes y profundos. Te animo a que sigas adelante!!!

Ale de Skinner-Klée