jueves, 23 de julio de 2009

JUEVES PARA PENSAR POR LIBRE 1 (Por D. Enrique Monasterio)

A partir de hoy, y mientras me dure el libro, publicaré cada martes y jueves un capítulo del libro de D. Enrique Monasterio "PENSAR POR LIBRE". ¿Por qué? Pues porque me parece que es un verdadero tesoro, y no puedo menos que compartirlo. Creo que nos puede ayudar poner el coco en cosas importantes, y como dice D. Enrique "a sonreir un poco, que es saludable ejercicio".



SUPERSTICIONES A LA CARTA



Hoy más que nunca siento la tentación de tomarme a broma uno de los fenómenos más serios y significativos de esta época paradójica y un poco esquizofrénica que nos ha tocado vivir: la epidemia de supersticiones que nos invade, y la extraña fauna de personajes que comercian con la creciente credulidad del personal: adivinos, futurólogos, espiritistas, parapsicólogos, astrólogos, tecnoexorcistas, videntes, mediums, brujos, brujas, mesías, curanderos, sanadores, echadores de cartas, invocadores, de diablos, fantasmas, fantasmones, cazafantasmas, magos, rastreadores de ovnis, quiromantes.., y consumidores histéricos de todas clases, que alimentan a los anteriores con admirable generosidad.

La epidemia alcanza también a las librerías, a la radio, al cine, a la televisión, al mundo de la política y de la música. Y está tan extendida que me va a resultar imposible siquiera describirla en este breve espacio. Piensen, por ejemplo, en el crecimiento espectacular de la literatura esotérica que llena los estantes de los grandes almacenes. Me refiero a esos libros en los que se mezclan ingredientes tan heterogéneos como el fenómeno ovni, la Biblia, las pseudoprofecías más de moda, la posición de los astros, los templarios, la parapsicología, el péndulo de la señorita Pepis y el huevo de Colón.

El cóctel, sabiamente agitado, produce una extraña fascinación entre determinada clientela. Y lo que llaman “literatura fantástica” renta, en verdad, fantásticos beneficios a sus editores.

Los más graciosos de todos son los que adoptan aires doctorales y jergas pseudocientíficas, que ni ellos mismos entienden, para dar a sus memeces un aire aún más misterioso y arcano. Y es que la vieja terminología esotérica ya no impresiona a nadie. ¿Quién va a creer en duendes, en fantasmas, en brujas y espectros a estas alturas del siglo XX? ¡Por favor, seamos modernos!, clamaba Benigno Ramírez (alias Guasintón), Master en Ciencias Ocultas y Dietas Alternativas, por la Universidad Libre de Maracañí, en su tradicional alocución a los diplomados de la academia. No hablemos de profetas, sino de futurólogos. No digamos espíritus malignos, sino energías negativas. Nada de voces de ultratumba: ¡psicofonías!, eso es lo que son. Y además, las grabamos en magnetofón y las vendemos en la sección de empanadas del hipermercado.

No es broma, no. En la radio, que según dicen es el medio que goza de mayor credibilidad, son contadísimos los minutos a la semana que algunas emisoras sólo algunas dedican a la información o a la formación religiosa o doctrinal. Pero en cambio hay infinidad de espacios destinados a consultas astrológicas, al tarot, a las últimas novedades del horóscopo, etc. Por un precio verdaderamente módico, un profeta con gafas y pijama floreado lo mismo te elabora una carta astral para colgarla en el salón-comedor, que te interpreta el último sueño que hayas tenido por culpa de aquella carne mal digerida. Y lo más sorprendente del caso es que, a la vera del profeta, hay un profesional de la emisora, un informador, que aguanta impávido la marea de estupideces, e incluso interroga respetuosamente al hechicero de turno con tanta seriedad y unción como si se tratara del Oráculo de Delfos reencarnado.

¿Como se ha llegado a esta situación? ¿Es sólo un fenómeno sin importancia, un juego más o menos de moda que pasará igual que vino? Me temo que no. No cabe duda de que el agnosticismo, el relativismo y el escepticismo en general han desprestigiado a la inteligencia. Los consabidos tópicos de “nadie está en posesión de la verdad”, “cada uno tiene la suya”, “lo importante es creer en algo”, "la verdad absoluta no existe", etc. convierten a la inteligencia humana en una potencia frustrada, incapaz de alcanzar nada permanente.

Dios queda muy lejos, tanto que, aunque exista, no podemos conocerlo ni pensar en Él. Todo lo que digamos sobre su naturaleza será falso, porque el entendimiento humano no está capacitado para tamaña empresa.

Así razonan los agnósticos: según ellos, Dios nos ha dado la cabeza sólo para ponernos la boina, y la inteligencia para ser ingeniosos, para hacer esgrima mental, para resolver crucigramas, y para no aspirar a mucho más. Pero el hombre no se conforma con este planteamiento. Es imposible encorsetar su espíritu, ponerle diques o encerrarlo en un estuche para que no moleste.

El materialismo no es humano. Todos sabemos que somos mucho más que materia; soñamos con la eternidad; aspiramos a ser felices no sólo a pasárnoslo bien, y seguimos buscando el Amor con mayúscula, y la Verdad y la Vida también con mayúsculas. Por eso, cuando se le niega al espíritu esa posibilidad, anestesiando sus necesarias aspiraciones, busca una salida. Y si la razón no le sirve, recurrirá a la magia o a la superstición. Cualquier cosa, incluso lo irracional, con tal de no renunciar a ser lo que es.

Como ven el asunto es serio, y por tanto vale la pena tomárselo a broma: hay que empezar a poner en ridículo a esos vividores que sonríen escépticos cuando se habla de Dios, de los santos, de los ángeles o de los demonios (que también existen), Y van por ahí adivinando destinos, consultando a las estrellas, echando conjuros o curando el mal de ojo como en los mejores tiempos de Camelot y del Mago Merlín.

2 comentarios:

Tere dijo...

Hola Andrea! COmo siempre muchas gracias por tu blog! me encanta lo que publicás, y además se siente tán fácil leerlo.... voy a comprar el libro, se ve muy bueno! y gracias por la conscienca contra el aborto, ojala muchos pudieran leer y ver tu blog...
Un abrazo,
Tere Molina de Salcceda

ARdV dijo...

Muchas gracias por tu comentario y tu visita. Si logro que aunque sea a una persona esto le sirva para hacer un pequeño alto y mejorar en algo, me doy por satisfecha.
Cuando encuentras algo que te parece bueno, no se siente bien guardarlo solo para uno mismo, surge la necesidad de compartirlo, y es lo que intento, y al hacerlo la verdad quien más se beneficia es uno mismo.
Un abrazo para ti también,
Andrea