jueves, 12 de junio de 2008

CUIDADO CON LO QUE DECIMOS A LOS NIÑOS II


Hoy la segunda parte....



EN SENTIDO CONTRARIO

Imaginemos ahora a otra persona (o a esa misma pero con una actitud diferente). Tiene ilusión y esperanza. Tiene la convicción de que puede hacer rendir mucho más sus talentos. No digo que se crea ser lo que no es, sino que cree que puede sacar más partido a lo que en realidad es. ¿Qué proporción de sus recursos utilizará esa persona? Es indudable que mucho mayor. ¿Qué clase de actitudes tomará? Lo más probable es que sean más animosas, más seguras, con mayor energía. Estará convencida de que llegará más lejos, y pondrá más empeño para lograrlo. Con ese esfuerzo, producirá, con toda seguridad, resultados mejores.

Es una dinámica opuesta al círculo vicioso del que hablábamos antes. En este caso, el avance llama al avance (igual que antes el fracaso llamaba al fracaso). Cuando hay fe y hay esperanza, cada paso adelante genera más fe y más esperanza, y nos anima a avanzar a un paso aún más decidido.


Pero..., podríamos preguntarnos, ¿es que acaso esas personas no van a fracasar nunca? ¿Es que basta con estar convencido de poder alcanzar algo para alcanzarlo? ¿No es confundir la ilusión con la realidad?


ALGUNOS SON INGENUOS

Es evidente que esas personas también fracasarán muchas veces, como todo el mundo. En el camino de la mejora personal, que es el camino hacia la felicidad, si alguien habla de un avance lineal y sin ningún traspiés, sabe muy poco de la realidad humana. Pero no todo traspiés tiene por qué ser negativo: cabría citar aquí eso de que quien tropieza y no cae, avanza dos pasos.

La vida nuestra, nuestra historia personal, o la historia de la humanidad, nos muestra numerosos ejemplos de cómo mantener unas convicciones claras y firmes proporciona siempre a una persona una inagotable fuente de energía. Cuando, en cada pequeña o gran batalla diaria, sale victoriosa, se alegra y sigue adelante; y cuando fracasa, saca experiencia y sigue también adelante poniendo toda su ilusión.

Está claro que hay otros casos, bien distintos, de personas que en su ingenuidad piensan que pueden llegar a donde jamás podrán llegar. Son hombres o mujeres ingenuos, más o menos voluntaristas, mejor o peor intencionados, pero en todo caso muy poco cercanos a su realidad personal y a la realidad que les rodea. No me estoy refiriendo a esos casos, que además suelen ser pocos y bien patentes. Me refiero a las personas normales y corrientes, que comprenden que la clave de su vida no está lo que hayan recibido o les haya ocurrido, sino más bien en la interpretación que dan a eso cada día y lo que hacen en consecuencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece muy atinado el comentario! Deberíamos todos de proponernos mejorar, para que nuestra vida con tropiezos o sin ellos nos acerquen a la felicidad que tanto anhelamos.
Gracias por compartir!
Lucia