martes, 20 de mayo de 2008

ABRIRSE A LA VIDA

Lo que viene a continuación no es 100% producto de mi ingenio... pero si le agregué algunos pincelazos.


Estábamos sentados a la hora de almuerzo, cuando mi hija, casualmente mencionó que ella y su marido estaban pensando “abrirse a la vida”. “Estamos haciendo una encuesta”, bromeó, “¿tu crees que deberíamos tener hijos?”

“Te va a cambiar la vida” dije yo, manteniendo un tono neutral. “ya se” dijo ella, “no más dormir el fin de semana, no más vacaciones espontáneas, pero no era eso a lo que yo me refería".
Miré a mi hija, tratando de decidir qué decirle. Quería contarle que las heridas físicas de tener hijos sanarían, pero, si Dios le concedía convertirse en madre le dejaría una herida emocional tan grande que la dejaría para siempre vulnerable.

Miré sus manos con manucure y su perfecto traje de dos piezas y pensé que sin importar cuán sofisticada es ella, convertirse en madre la reducirá al nivel más primitivo donde lo más importante es proteger a su crío. Que el llamado urgente de “¡mamá!!!” le hará quebrar su fuente de cristal más fino sin siquiera dudarlo.

Me gustaría advertirle que sin importar cuántos años ha invertido en su carrera, serán descarrilados por la maternidad. Podrá contratar una nana, pero algún día tendrá que ir a una importante reunión y recordará el dulce olor de su bebé. Tendrá que endurecer su corazón para no volver corriendo a casa, solo para asegurarse de que están bien.

Quería decirle a mi hija que las decisiones comunes de cada día ya no serán rutina, Que la decisión de un niño de 5 años de ir al baño de varones en un restaurante, en vez de el de mujeres será un problema gigante.

Mirando a mi atractiva hija, le quería asegurar que eventualmente perderá los kilitos de más de los embarazos, pero nunca más se sentirá igual consigo misma. Que su vida, ahora tan importante, pasará a segundo plano una vez que su bebé haya nacido. Ahora que ella daría su vida en un momento por salvar a su bebé, también comenzará a pedir por más años de vida, no para cumplir sus sueños, sino para ver los de sus hijos cumplidos.

Quería decirle que la cicatriz de las cesáreas y las estrías se convertirían en sus medallas de honor. Que de ahora en adelante su corazón estaría para siempre afuera de ella. La relación de mi hija y su esposo cambiará, pero no de la manera que ella piensa. Ojala ella entendiera cuánto más se puede amar a un hombre que es cuidadoso para poner talco a su bebé o que siempre tiene tiempo para jugar con él. Quiero que sepa que se volverá a enamorar de su marido por razones que ahora encontraría muy poco románticas.

Quiero describirle a mi hija la felicidad que se siente al ver a los hijos aprender a andar en bicicleta, capturar para ella la risita divertida de un bebé cuando toca por primera vez el pelaje de un perrito o un gato…

La mirada interrogante de mi hija me hizo notar lágrimas en mis ojos. “Nunca te arrepentirás”, dije finalmente. Me acerqué a ella, apreté sus manos y le desee lo mejor, al abrirse a la vida recibirían el más maravilloso regalo de todos: PARTICIPAR CON DIOS, DEL AMOR QUE DA VIDA.

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